En términos coloniales, un dominio de poblamiento es un territorio con escasa población indígena y con unas condiciones y/o recursos que lo hacen apetecible para que se traslade allí población de la metrópoli. Estos territorios conservan una amplia autonomía en política interior (aunque cuentan con un gobernador que representa a la monarquía inglesa) y tienen una instituciones parecidas a las inglesas (Parlamento y partidos políticos). En cambio, la política exterior es competencia de la metrópoli.
Los principales dominios ingleses fueron Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
Canadá
Sello postal de 1898. Wikipedia |
Australia
En 1770, el capitán J. Cook desembarcó en Australia y reclamó el territorio para la hegemonía británica bautizándolo como Nueva Gales del Sur. En un primer momento, los británicos, para aliviar la superpoblación carcelaria, convirtieron el territorio en una colonia penitenciaria bajo control militar. Desde 1790, se aceleró la llegada de británicos que fueron desplazando a la población indígena (muchos vieron como les confiscaban sus tierras, también pereció una buena cantidad debido a las nuevas enfermedades).
Desde los años 20 del s. XIX cambió de carácter para convertirse en una colonia de base ganadera y agraria que atrajo a muchos inmigrantes británicos debido a las posibilidades que ofrecía. Desde 1851, el descubrimiento de minas de oro en Nueva Gales del Sur y Victoria fue un gran reclamo para acudieran multitud de buscadores de oro. Siguió un período de gran prosperidad.
Entre 1885 y 1890, las seis colonias que componían Australia (ver mapa adjunto) fueron adquiriendo competencias en materia de política interior y desarrollando instituciones parecidas a las inglesas (por ejemplo, el parlamento). La política exterior continuaba en manos inglesas. En 1901, los seis estados formaron lo que podemos considerar el estado de Australia como un estado federal independiente dentro de la comunidad británica.
Wikipedia |
Nueva Zelanda
Los británicos llegaron a estas tierras por primera vez en 1792, con ánimo de comerciar más que de dominar el territorio. Posteriormente fueron llegando colonos británicos que entraron en varios conflictos con los aborígenes maorís. En 1840, por el tratado de Waitangi (firmado por un buen número de jefes maorís), se intentó buscar un equilibrio para la convivencia de británicos y maorís. Tras este tratado Nueva Zelanda se transforma en colonia británica. A pesar de este pacto, hubo algunos enfrentamientos posteriores por el control del territorio.
En 1852, se firmó el Acta de Nueva Zelanda por la que se encajaba el archipiélago en el imperio colonial británico. Se dotó a la colonia de un alto grado de autogobierno en política interior y de instituciones como el Parlamento (el primero fue elegido en 1853). En 1907 se constituyó en dominio autónomo dentro de la Comunidad Británica.
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