El exceso de liquidez que experimentó la economía norteamericana (como resultado de la prosperidad económica y la llegada desde Europa de capitales que eran el reembolso de los préstamos que Estados Unidos había facilitado al Viejo Continente durante y después de la Guerra) se orientó hacia la bolsa donde se obtenían grandes y rápidos beneficios.
El alza especulativa comenzó en 1.924 y siguió en 1.925. En 1.926 pareció imponerse una racionalización, pero desde 1.927 la cotización de las acciones se disparó. El 12 de junio de 1928 se produjo el primer retroceso de la bolsa, pero se volvió al alza desde el mes siguiente. La primera caída seria que se produjo en marzo de 1929: el día 26 la Bolsa cayó 30 puntos, pudo ser el día del Crack; sin embargo, gracias a la acción de algunos banqueros (sobre todo E. Mitchell), la confianza volvió y con ella de nuevo la especulación. La Bolsa continuó su euforia a pesar de algunos síntomas como la contracción en la industria de la construcción en los primeros meses de 1929.
Las gráficas y tabla adjuntas ponen claramente de manifiesto la evolución de la bolsa.
Edit. Vicens Vives |
Comienza a forjarse el mito de la posibilidad de enriquecerse en la bolsa y de que la mayoría de los americanos especulaban en la bolsa. Una de las muchas leyendas del Crack, en realidad, sólo era un 5 % de las familias americanas las que invertían en la bolsa, aunque un 3,3 % lo hacían a crédito.
“Muy pronto un negocio mucho más atractivo que el teatral atrajo mi atención y la del país. Era un asuntillo llamado mercado de valores. Lo conocí por primera vez en 1926. Constituyó una sorpresa agradable descubrir que era un negociante muy astuto. O por lo menos eso parecía, porque todo lo que compraba aumentaba de valor. No tenía asesor financiero. ¿Quién lo necesitaba? Podía cerrar los ojos, apretar el dedo en cualquier punto del enorme tablero mural y la acción que acababas de comprar comenzaba inmediatamente a subir. Nunca obtuve beneficios. Parecía absurdo vender una acción a treinta cuando se sabía que dentro del año doblaría o triplicaría su valor”. Groucho Marx, “Groucho y yo”
“El chófer del rico conducía con sus oídos puestos en los asientos de atrás para recoger noticias sobre un inminente movimiento en Bethlemen Steel; él mismo poseía cincuenta acciones por las que había depositado una aval que le cubría una variación de diez enteros. El hombre que limpiaba los cristales de la venta-na en la oficina del agente de cambio y bolsa hacía una pausa para observar los valores, pues estaba considerando la oportunidad de convertir sus escasos ahorros en unas pocas acciones de Simmons. Edwin Lefèvre (informador de la mar-cha de la bolsa) refirió el caso del criado de un agente de cambio que ganó casi un cuarto de millón jugando en el mercado; el de una veterana enfermera que cosechó treinta mil gracias a las confidencias de agradecidos pacientes; y el de un pastor de Wyoming que vivía a treinta millas del ferrocarril más próximo, quien compraba o vendía miles de acciones en un día.” Harper. Only Yesterday. 1931. An Informal History of the 1920's.
“Empero existe más peligro de exagerar el interés popular por el mercado que de infravalorarlo. El tópico de que en 1929 todo el mundo “jugaba en la bolsa” no es ni mucho menos literalmente verdad. Entonces, como ahora, el mercado de valores era para la gran mayoría de obreros, agricultores y empleados -es decir, la gran mayoría de los norteamericanos-, algo remoto y vagamente siniestro. Entonces, como ahora, pocos sabían cómo había que arreglárselas para comprar títulos; la compra de valores a plazo y con fianza era en todo caso un hecho tan alejado de la vida real de la masa de población como el Casino de Montecarlo. (...) De modo que sólo un millón y medio de personas -de una población de unos 120 millones de personas y de 29 a 30 millones de familias- participaron activa-mente de alguna manera en el mercado de valores.”
John Kenneth Galbraith. El crack del 29.
Hay que destacar, por sus catastróficos efectos posteriores, la práctica extendida de pedir préstamos para comprar acciones poniendo muchas veces las propias acciones como garantía del crédito. Son préstamos a muy corto plazo. Los prestamos para operaciones bursátiles en 1928 habían alcanzado la cifra de 6.000 millones de dólares y más de 7000 en las vísperas del Crack. Las autoridades monetarias, a pesar de percibir los peligros de una especulación exagerada, fueron incapaces de tomar medidas para acabar con esta práctica. Cuando las acciones subían continuamente no había problema, pero cuando la bolsa se desplomó se arruinaron los posesores de acciones y los que le habían prestado para su compra (la garantía de su préstamo valía poca cosa).