Un once de enero, hace ahora 70 años, fue fusilado, por orden de Mussolini, Galeazzo Ciano, un hombre que, a pesar de su juventud (le faltaban pocos días para cumplir los 41 años), lo fue todo en el Fascismo italiano.
Estuvo ligado al Fascismo desde sus orígenes, siendo muy joven participó en la Marcha sobre Roma (1922) y el gobierno de Mussolini le nombró para diversos cargos diplomáticos en el extranjero. Su carrera dió un espectacular salto cuando, en 1930, se casó con Edda, la hija mayor de Mussolini. En 1936 fue nombrado Ministro de Asuntos Exteriores y, de esta forma, pudo ser unos de los actores más importantes de la política de esos años: apoyó la intervención italiana en la Guerra Civil Española, inervino en la Guerra de Etiopía, asistió a la Conferencia de Munich, intervino activamente en el la formalización del Eje Roma-Berlín-Tokio...
Sin embargo, se mostró reticente a la entrada de Italia en la Guerra cuando Alemania invadión Polonia, esta reticencia sería la causa de que Hitler desconfiase siempre de Ciano, a pesar de que cambió de opinión tras los primeros éxitos nazis en la contienda.
Tras la derrota del Eje en el norte de África y el desembarco aliado en la zona, Ciano intento acercarse secretamente a las potencias aliadas, especialmente a Gran Bretaña. En febrero de 1943, pocos meses antes de la invasión aliada de Sicilia, Ciano fue destituido de su cargo.
En la reunión del Gran Consejo Fascista de julio de 1943 votó a favor de la destitución de Mussolini; poco después, tras el arresto de Mussolini, huyó a Alemania.
Después del rescate de Mussolini por los alemanes y de la constitución de la República de Saló en el norte de Italia presidida oficiosamente por Mussolini, Ciano fue entregado por los alemanes a las autoridades de la República de Saló. Ciano (junto con otros cinco antiguos miembros del Gran Consejo fascista que votaron la destitución de Mussolini) fue juzgado en el Proceso de Verona, acusado de alta traición y colaboración con el enemigo. Fue condenado a muerte y ejecutado. No le salvaron las presiones de su mujer Edda sobre su padre Mussolini (al que llegó a amenazar con publicar los Diarios de su marino). Tal vez Mussolini hubiera querido salvar a su yerno, pero debía seguir las indicaciones de Berlín.
"La ejecución fue una carnicería – “una matanza de cerdos”, diría uno de los testigos alemanes–. Cuatro de los condenados, Ciano entre ellos, se derrumbaron con sus sillas, y quedaron en el suelo, retorciéndose y quejándose; el quinto, se mantuvo sentado, aparentemente indemne. Después de unos instantes de espantoso silencio y desconcierto, parte de los fusileros comenzó a disparar contra los que agonizaban y contra el que seguía sobre la silla, hasta que también cayó al suelo. El capitán que dirigía la ejecución, Nino Furlotti, ordenó el alto el fuego y remató a los caídos con tiros de pistola en la sien.
En la primera descarga, Ciano recibió cinco disparos en la espalda, cayó hacia atrás y quedó en el suelo, pidiendo, débilmente, auxilio; Furlotti le disparó dos tiros de gracia y dos funcionarios alemanes se acercaron para certificar su muerte" (La Aventura de la Historia)