BOLINGA, I. Breve historia de la Revolución Francesa. Madrid: Nowtilus, 2014 (segunda edición en 2014, 2018 y 2020).
Hay gran unanimidad en considerar
la Revolución Francesa como el acontecimiento que marca el paso de la Edad
Moderna a la Contemporánea. En una década, la Revolución dejó como legado
transformaciones políticas y sociales irreversibles. A pesar de que su
evolución pareció cerrar un círculo, nada volvió a ser como antes. Durante el
proceso revolucionario, el Tercer Estado, antes sometido, emergió con fuerza
tomando un enorme protagonismo. Sieyes, en su famoso opúsculo, señaló que el
Tercer Estado no había sido nada en el orden político y que, en estos momentos,
aspiraba a ser algo. No solo “fue algo”, sino que llegó a dirigir el rumbo de
la Revolución. El proceso pasó por varias fases, las primeras fueron giros
hacia la izquierda hasta la época del Terror, después una marcha atrás, giros a
la derecha hasta que Napoleón dio su golpe de Brumario y se hizo con el poder.
I. Bolinaga, en este ensayo divulgativo, ofrece un repaso-síntesis de cada una
de estas fases, haciendo hincapié en sus realizaciones más importantes.
La Revolución surgió en un
contexto determinado (Francia de la segunda mitad del XVIII) y tuvo unas causas
que hundían sus raíces en el tiempo. A estos dos aspectos va a dedicar el autor
los dos primeros capítulos del libro. En primer lugar, hace una semblanza de la
situación política (monarquía absoluta) y social (la realidad cotidiana y las
aspiraciones de los distintos estamentos). En segundo lugar, las causas de las
que se ha ocupado ampliamente la historiografía. Como en todo acontecimiento o
proceso histórico las causas son múltiples y de carácter variado. Un primer
grupo son las relacionadas con la influencia de las nuevas ideas que aportaron
el pensamiento ilustrado y los
documentos elaborados en el proceso de independencia de los Estados Unidos
(Declaración de Independencia, Declaración de Derechos de Virginia o
Constitución). Otro grupo está relacionado con los desajustes de una sociedad
estamental que se va quedando anacrónica. El tercer tipo, de carácter económico,
está relacionado con las malas cosechas y sus consecuencias (alza del precio
del trigo, desabastecimiento… que provocan fuertes disturbios) y la crisis
financiera que soporta el Estado cuya deuda va creciendo en forma de “bola
de nieve”. El autor dedica atención preferente a los intentos de solucionar
el problema de la deuda, analiza con detalle las medidas de los sucesivos
encargados de las finanzas que fue nombrando el Rey: Turgot, Necker, Calonne,
Brienne… Era patente la necesidad de recaudar más y que, de una u otra forma,
los privilegiados debían pagar impuestos. Esto provocó una revuelta de los
privilegiados que exigieron la convocatoria de los Estados Generales, fue el
inicio del proceso revolucionario.
El grueso de la obra se dedica a explicar la evolución del proceso durante la década que va desde la convocatoria de los Estados Generales al golpe Brumario de Napoleón (1799). Hacer una síntesis de tantos y tan variados acontecimientos de una forma clara y crítica, en una obra de unas doscientas cincuenta páginas, no es un reto fácil. El autor ha logrado superarlo confeccionando un relato que, sin olvidar nada importante, destaca los momentos y logros más transcendentales. También va a destacar las actuaciones de los personajes que, en un momento u otro, tuvieron una influencia decisiva en el rumbo de los acontecimientos: Mirabeau, Sieyes, Lafayette, Brissot, Hebert, Saint-Just, Marat, Danton, Robespierre, Napoleón…
En la fase más exaltada, la Convención
Girondina, se proclamó la República, se inició el proceso contra el Rey que
acabó con Luis XVI en la guillotina, se anexionaron nuevos territorios, se hizo
frente a la primera coalición europea, se libró una guerra civil en la región
de la Vendée sublevada por el clero refractario y la aristocracia, etc. La
Revolución se radicalizó aún más (se vio claramente en el arresto y ejecución
de Brissot y varios girondinos que tanto protagonismo habían tenido en la
Revolución) y comenzó una nueva fase, la de Convención Jacobina de gran
protagonismo popular (sans-culottes) que mostró su gran fuerza en las jornadas
de septiembre de 1793. Los acontecimientos se sucedieron con enorme rapidez:
venta de bienes de los emigrés, Ley de Máximos, Ley de Sospechosos, proceso de
descristianización, nuevo calendario, derrota de la revuelta federalista,
derrota de la sublevación de la Vendée, éxitos en la guerra exterior… y
especialmente la dictadura del Terror que, de manos del Comité de Salud Pública
controlado por Robespierre y el Tribunal Revolucionario, inició una gran
espiral que fue alcanzado a todos. Fueron pasando por la guillotina: María
Antonieta (muy odiada por su origen austríacos y por fama de frívola y
despilfarradora), destacados aristócratas, los denominados exagerados
(radicales) dirigidos por Hebert (el pueblo no entendió el ajusticiamiento de
Hebert), los indulgentes de Danton y Desmuolins… solo quedaba Robespierre,
cuando cometió el error de anunciar que iba a acusar en la Convención sin
especificar a quién, el miedo y el cansancio del terror ayudaron a articular
un complot para acabar con él, así acabó
en la guillotina el “Incorruptible” (golpe de Thermidor). La guillotina
había alcanzado a representantes de todo tipo de ideologías.
Con Thermidor se inició la fase descendente
de la Revolución, la burguesía moderada volvió a tomar el control. A pesar de
ello, hubo nuevas protestas populares movidas por la escasez (Germinal y
Pradial de 1795) con las que el gobierno acabó fácilmente. La Constitución de
1795 articulo el nuevo régimen de El Directorio que tuvo dos fases. Del
Directorio se ocupa el último capítulo, analizado la marcha de la guerra
exterior, los intentos realistas por volver al poder (fructidor) y,
especialmente, el auge de Napoleón que, finalmente, amparado por su prestigio
militar, se hizo con el poder con el Golpe de Brumario de 1799.
La obra en la Web de la
Editorial: https://www.nowtilus.com/pags.php?d=O59O1596&bsi=0&bso=3
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