TARANILLA
DE LA VARGA, C. J. Breve historia del
Romanticismo, Realismo, Impresionismo y Modernismo. Madrid: Nowtilus, 2020.
La variedad de
acontecimientos y procesos que sucedieron durante el siglo XIX hacen muy
atractivo el estudio de esta centuria. Por citar los más importantes: las
actuaciones y el fin del Imperio Napoleónico, la Restauración tras su caída,
las revoluciones burguesas cuyos dos principales motores fueron el Liberalismo
y el Nacionalismo, las relaciones internacionales dentro de los sistemas
bismarckianos, las unificaciones de Italia y Alemania, la “paz armada” de
finales de siglo, la creciente industrialización, la aparición y consolidación
del movimiento obrero, el imperialismo… De todo esto, haciendo especial
hincapié de la tan trepidante evolución política en España se ocupa el autor en
el primer capítulo del libro. Es lógico, ya que este es el marco político en el
que se va a desarrollar y evolucionar el arte del s. XIX.
También fue
muy rica le evolución del mundo del arte, sucediéndose varios movimientos
artísticos. Este ensayo divulgativo, es un recorrido riguroso por todos ellos,
señalando sus características más significativas, los artistas y sus obras
principales (analizando con cierto detalle las más representativas), la
relación de unos movimientos con otros…
A comienzo del
siglo, seguía triunfando el Neoclásico, estilo iniciado en las últimas décadas
del XVIII. Desde los años veinte se impone el romanticismo
como reacción a los cánones neoclásicos: fantasía, pasión e imaginación frente
al racionalismo clásico, la línea curva se impone sobre la recta, el dinamismo
frente al reposo, el color sobre el dibujo… En fecha tan temprana como 1918-19,
la “Balsa de la medusa” de Gericault estaba en las antípodas de los
cánones neoclásicos. La nostalgia del
pasado lleva a los románticos a abrazar causas que consideran heroicas como la
independencia griega o la participación del pueblo en las grandes revoluciones,
buena muestra de ello es “La libertad
guiando al pueblo” de Delacroix, un
homenaje al pueblo revolucionario. Se hace un repaso a la obra de los
principales pintores románticos: Gericault, Delacroix, W. Blake, los
Prerrafaelitas con sus estética arcaizante; los retratistas ingleses, los
paisajistas Constable y Turner, Friedrich, los Nazarenos alemanes, los
románticos españoles seguidores de Goya, retratistas (como Vicente López, F. de
Madrazo…), etc.
En
arquitectura, volviendo la vista al pasado se impuso el historicismo y el eclecticismo. Hubo un revival del gótico, el neogótico que se extendió por Inglaterra, Francia,
Alemania y España y se manifestó en la restauración de viejas catedrales y
construcción de otras nuevas. En este campo hay que destacar la labor del arquitecto
de los monumentos góticos franceses, Viollet-le-Duc, la restauración que hizo
de muchos de ellos (Notre Dame, Sainte Chapelle, Saint Denis, Catedral de Amiens, S. Sernín de Toulouse…) le acarreó muchas
críticas ya que su reinterpretación se tradujo en una pérdida de identidad de
los edificios. También se construyeron edificios en estilo neorrománico. El eclecticismo
se convirtió en el estilo del II Imperio
francés, dejó gran impronta en el remodelado París del barón Haussmann. Se extendió
porn Bélgica, Holanda, Alemania… Acaba el capítulo con un detallado análisis de
la gran actividad constructiva en muchas ciudades de España y Latinoamérica.
Como reacción
a la fantasía romántica surgió el realismo que
buscaba una representación de la realidad lo más fiel posible, especialmente la
vida cotidiana de la clase obrera. El autor hace un repaso a la escultura
realista en Francia y España. En pintura francesa, alemana e italiana los temas
principales son el paisajismo como una copia directa de la realidad (Escuela de
Barbizon, Corot…), los temas costumbristas y el retrato. Dedica unas líneas a
la pintura histórica, un género genuinamente español: Casado del Alisal, E.
Rosales, A. Gisbert, F. Pradilla, etc.
El gran
crecimiento de las ciudades derivado de la pujante industrialización planteó la
necesidad de la planificación urbana. En este sentido, el autor se va a ocupar
de la ciudad jardín ideada por
el británico E. Howard como una propuesta alternativa a las insalubres
ciudades inglesas, la ciudad lineal de A. Soria
y los ensanches burgueses de las ciudades españolas
cuyos modelos fueron el de Barcelona y el de Madrid.
La industria
aportó dos nuevos materiales a la construcción que se maridaron perfectamente: el hierro y el cristal. Estos nuevos materiales dieron
nuevas posibilidades a la arquitectura. El Iron Bridge sobre el río Severn en
Coalbrookdale en el s. XVIII abrió el camino a la gran cantidad de puentes y viaductos
construidos en el s. XIX sobre los que discurrían carreteras y ferrocarriles.
Estos nuevos materiales permitieron cubrir grandes espacios como los de las
estaciones de ferrocarril, pabellones para exposiciones, grandes mercados, almacenes comerciales, grandes galerías
urbanas… En la obra, se analizan las diversas realizaciones de este tipo en
Francia, Inglaterra, Italia, España y Estados Unidos (los arquitectos de la
Escuela de Chicago van a abrir el camino a los modernos rascacielos). La Torre
Eiffel, levantada para las celebraciones del centenario de la Revolución
Francesa, se ha convertido en un icono universal de la utilización del hierro.
El capítulo
seis lo dedica al impresionismo y el posimpresionismo.
Analiza las características básicas del impresionismo y los grandes maestros:
Monet, Manet, Renoir, Degas, Sisley, Pisarro, Maru Cassat, Berthe Morisot,
Sorolla… bien es verdad que muchos de ellos no fueron impresionistas en todas
las etapas de su pintura. Se ocupa del Puntillismo (Seurat, Signac, Regoyos…) y
termina el capítulo con el análisis de la obra de tres pintores que abren el
camino a movimientos artísticos del s. XX: Van Gogh. Gauguin y Cezanne.
En el capítulo
siete lo dedica a la evolución del arte desde el simbolismo
al modernismo. Analiza la pintura simbolista, la Escuela de Pont-Aven,
los Nabis, el movimiento Arts and Crafts y, de forma más detallada el
modernismo que se desarrolló desde finales del XIX. La arquitectura modernista,
ya sea en su corriente floral (V. Horta) o en su corriente geométrica, se
extendió por toda Europa. Describe sus principales realizaciones. El modernismo
fue más allá de la arquitectura, llegó a la pintura (Toulouse-Lautrec, G. Klimt…),
a las artes suntuarias y decorativas, a la orfebrería, a la joyería, a la
cerámica, a la porcelana, a las artes gráficas, etc. Un apartado especial ocupa
el modernismo en España, pintura (en
alguna etapa de su vida fueron modernistas I. Nonell, R. Casas, S. Russinyol,
M. Utrillo y P. Ruiz Picasso) y arquitectura (Gaudí, Domenech i Montaner, Puig
i Cadafalch, J. Vilaseca, J. Grases Riera…).
Cierra la obra
un capítulo dedicado a dos grandes genios que vivieron entre el XX y el XX. El
primero de ellos, el escultor Rodin cuya obra no
puede adscribirse a ninguna tendencia artística concreta, aunque se considera
modernista al ser contemporáneo de este movimiento. Y el gran genio de Gaudí, un artista independiente cuya obra va a pasar
por diferentes etapas y que va a dejar un rico legado de obras especialmente en
Barcelona (Pabellones Güell, Parque Güell, Casa Batlló, Casa Milá, La Sagrada
Famila, etc.) aunque también dejó alguna magnífica realización fuera de
Cataluña como el Capricho de Comillas, el Palacio episcopal de Astorga o la Casa
Botines de León.
Una buena y
escogida colección de imágenes y un extenso glosario de términos ilustrado ayudan a
comprender mejor el texto.
La obra en la
Web de la Editorial:
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