En una reciente visita a Nuremberg, he podido contemplar los restos de algunos elementos arquitectónicos que responden a la megalomanía del propio Hitler y que tuvieron gran relevancia durante la época nazi. Hay que recordar que Nuremberg fue la ciudad elegida por Hitler para celebrar las grandes concentraciones anuales del Partido Nazi a las que acudían multitudes de sus afiliados y simpatizantes.
El primero de ellos el Coliseo o Palacio de Congresos del campo Zeppelin. Una construcción que se inspiró en el Coliseo de Roma. Pretendía tener una capacidad para unos 50.000 espectadores. Al estallar la guerra se interrumpió su construcción. Hoy alberga el Centro de Documentación sobre la Historia de los Congresos del Partido Nazi.
En segundo lugar, los restos del graderío y tribuna de la explanada donde tenían lugar los grandes desfiles del Partido. La tribuna, desde la que Hitler pronunció encendidos discursos, fue diseñada por A. Speer, el arquitecto favorito de dictador. Hoy se encuentra en un estado de gran abandono y bastante destruida como se puede ver comparando con las dos fotografías tomadas esta semana pasada con las dos históricas.
El gran debate al que se ha enfrentado la ciudad de Nuremberg es si debe conservar y cuidar estas arquitecturas o debe dejarlas abandonadas o incluso hacerlas desaparecer. Hay opiniones encontradas, para todos los gustos. De hecho, parece que se va a destinar una importante cantidad de dinero (aportado por la Ciudad y el Estado Federal Alemán) para la conservación de estas construcciones.
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