En 1953 fue elegido presidente de los Estados Unidos D. D. Eisenhower, el militar que tuvo destacadas actuaciones en la II Guerra Mundial (especialmente en los desembarcos en el norte de África o Normandía y en las ofensivas del final de Guerra). La popularidad de estas actuaciones le abrió el camino a la vida política hasta llegar a la Casa Blanca. Ganó con facilidad las elecciones de 1952 y 1956 (por lo tanto estuvo en el poder hasta enero de 1961). Fue el 34 presidente de los EE.UU.
La llegada de Eisenhower alpoder coincidió con el apogeo de la "caza de brujas" auspiciada por el senador MacCarthy (voy a dedicar a este episodio una próxima entrada). El nuevo presidente, a pesar de las presiones que recibió, no se atrevió a indultar de la pena de muerte al matrimonio Rosenberg que fueron ejecutados el 19 de junio de 1953. También apartó a R. Oppenheimer de la Comisión de Energía Atómica por haber criticado la fabricación de la denominada bomba H. Sin embargo, cuando MacCarthy cometió el error de meterse con el ejército, Eisenhower decidió acabar con este ambiente de acusaciones y poner fin a la "caza de brujas". Finalmente, las actuaciones de MacCarthy fueron condenadas por sus colegas del Senado.
En política exterior, Eisenhower se propuso fortalecer el papel de Estados Unidos en Oriente Próximo tras la Crisis de Suez. Formuló lo que algunos han llamado "doctrina de las represalias masivas", es decir, una amenaza de utilizar el armamento nuclear caso que la URSS desarrollase una política exterior muy agresiva. Esta posición se sustenteba en la superioridad nuclear de los EE.UU que, sin embargo, pronto iba a desaparecer. Pero en la práctica se aceptó la realidad de una coexistencia pacífica (¿equilibrio del terror?), como había anunciado Jruschov. Se inició un diálogo entre las dos superpotencias. Como muestra de los nuevos tiempo, Jruschov viajó a los Estados Unidos en 1959
En 1960, Kennedy fue elegido presidente. En su discurso de tomade posesión señaló las grandes líneas de su política.
(...) Por último, a las naciones que se erigirían en nuestro adversario, les hacemos no una promesa sino un requerimiento: que ambas partes empecemos de nuevo la búsqueda de la paz, antes de que las negras fuerzas de la destrucción desencadenadas por la ciencia suman a la humanidad entera en su propia destrucción, deliberada o accidental.
No les tentemos con la debilidad, porque sólo cuando nuestras armas sean suficientes sin lugar a dudas, podremos estar seguros sin lugar a dudas de que no se utilizarán jamás. Pero tampoco es posible que dos grandes y poderosos grupos de naciones se sientan tranquilos en una situación presente que nos afecta a ambos, agobiadas ambas partes por el costo de las armas modernas, justamente alarmadas ambas por la constante difusión del mortífero átomo, y compitiendo, no obstante, ambas, por alterar el precario equilibrio de terror que contiene la mano de la postrera guerra de la humanidad.
Empecemos, pues, de nuevo, recordando en ambas partes que la civilidad no es indicio de debilidad, y que la sinceridad puede siempre ponerse a prueba. No negociemos nunca por temor, pero no tengamos nunca temor a negociar.
Exploremos ambas partes qué problemas nos unen, en vez de insistir en los problemas que nos dividen (...).
Empecemos, pues, de nuevo, recordando en ambas partes que la civilidad no es indicio de debilidad, y que la sinceridad puede siempre ponerse a prueba. No negociemos nunca por temor, pero no tengamos nunca temor a negociar.
Exploremos ambas partes qué problemas nos unen, en vez de insistir en los problemas que nos dividen (...).
Se puede leer el discurso en:
Un resumen:
En junio de 1961, en Viena, se entrevistaron Kennedy y Jruschov. En un ambiente cordial trataron varios temas del panorama internacional como la cuestión de Cuba, el futuro de Alemania o la posibilidad de negociar un desarme. En la entrevista predominaron las buenas maneras, aunque de ella no salieron acuerdos concretos.
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