lunes, 24 de abril de 2017

BREVE HISTORIA DE LAS BATALLAS NAVALES DE LA ANTIGÜEDAD

SAN JUAN, V.: “Breve historia de las batallas navales de la Antigüedad”. Edit. Nowtilus. Madrid, 1917.

Si preguntamos por batallas navales de la Antigüedad, son muy pocos los que recuerdan alguna, tal vez Salamina o Actium. Y, sin embargo, hubo muchas más liberadas entre pueblos que se disputaban el dominio del mar, sus riberas y sus islas. Víctor San Juan recoge 27 enfrentamientos navales en la Antigüedad y admite que seguramente hubo algunos más. En este ensayo divulgativo se analizan estos 27 enfrentamientos: el contexto histórico que ayuda a explicar sus causas, su desarrollo, las tácticas y estrategias que emplearon los marinos y “almirantes” al mando, las naves participantes (estos conflictos hicieron mejorar la construcción naval), el resultado, las consecuencias, etc. Las 27 batallas analizadas abarcan un largo período, desde la primera batalla en el delta del Nilo de los egipcios de Ramsés III contras las hordas de los pueblos del mar que tuvo lugar en el 1190 a. C. hasta la batalla de Actium entre Octavio y el combinado romano-egipcio de Marco Antonio y Cleopatra que se desarrolló en el 31 a. C.

Víctor San Juan ha escrito una obra rigurosa, ágil y amena en la que están presentes su condición de especialista en temas náuticos (tiene varias publicaciones relacionadas con ellos) y sus amplios conocimientos de la historia de los pueblos protagonistas.

Los egipcios adquirieron vastos conocimientos sobre navegación fluvial durante los múltiples transportes de bloques de piedra que realizaron desde la primera catarata del Nilo hasta el lugar donde construyeron sus grandes pirámides. Esta experiencia y la acumulada en sus viajes para comerciar con los fenicios permitió a Ramsés III enfrentarse con éxito a los Pueblos del Mar, expatriados del Peloponeso, que tras arrasar al Imperio Hitita, Chipre, Siria y Palestina, se dirigieron al Delta del Nilo. La primera batalla naval conocida se desarrolló en el laberinto de acequias y canales del Delta, donde los barcos egipcios, diseñados para navegar por aguas poco profundas, tuvieron su ventaja frente a los barcos de mayor calado atacantes. Era el año 1190 a. C., los combates navales entraban en la Historia.

Los fenicios fueron la primera potencia naval de la Historia. Supieron construir magníficas naves para comerciar que representaron gran avance técnico sobre sus antecesoras, conocemos algunos tipos por estelas y bajorrelieves antiguos y por el descubrimiento y recuperación de algunas unidades (como los dos descubiertos frente a la costa de Mazarrón que se pueden datar entre el 760 y 500 a. C.). Barcos diseñados para el comercio, no para la guerra: altos, robustos, de fondo plano, propulsados por velas. Estas naves permitieron a los fenicios llevar a cabo una espectacular expansión por el Mediterráneo estableciendo factorías en Chipre, Rodas, sur de Italia, Sicilia, Cerdeña, costa norte de África, Península Ibérica… incluso llegaron a Gran Bretaña buscando estaño. La aparición de otros pueblos que deseaban controlar este espacio comercial  dio lugar a la  batalla de Alalia (535 a. C), un enfrentamiento de fenicios y etruscos contra los focenses en las costas de Córcega. Los focenses griegos derrotaron a sus enemigos gracias a su mejor táctica. Aunque no conocemos muchos detalles de esta batalla, parece que fue una victoria pírica de los focenses con muchas pérdidas por ambas partes.

Seguidamente, la obra va a dedicar un amplio espacio al enfrentamiento terrestre y naval de griegos y persas. La gran colonización griega por el Mediterráneo y Egeo tuvo lugar entre 770 y 520 a. C. Fundamental para su expansión fue la trirreme griega, una nave práctica, ágil, ideal para el combate (con un formidable espolón de proa compuesto de tres placas metálicas paralelas) y fácil de construir. Por estas fechas, Ciro II el grande fundó el Imperio Persa. El inevitable enfrentamiento dio lugar a las Guerras Médicas en las que tuvieron lugar varios enfrentamientos navales como la batalla de Lade (494 a. C. durante la I Guerra Médica), una Salamina anticipada, que acabó con una derrota griega y la toma por los persas de varias ciudades de Tracia y Macedonia. Temístocles, nombrado arconte en el 493 a. C., se dio cuenta de la necesidad de construir una gran flota ateniense para hacer frente al Imperio Persa. Durante la II Guerra Médica, aparte de los enfrentamientos terrestres que sonrieron a los persas (llegaron a saquear Atenas), hubo  enfrentamientos navales como la batalla de  Artemisio (480 a. C.) donde todo quedó en nada a pesar de la enorme concentración de naves y la gran batalla de Salamina el mismo año, para algunos la más grande batalla naval de la Antigüedad. La arriesgada táctica de Temístocles dio una gran triunfo a los griegos sobre la escuadra persa. Fue el pistoletazo de salida para la gran ofensiva comercial de Atenas que iba a brillar durante tres cuartos de siglo hasta su derrota en  Egos Potamós (404 a. C.)

Entre 480 y 405 a. C. se libraron al menos 15 batallas navales, todas relacionadas con la expansión o regresión del imperio ateniense que se saldaron con diferente fortuna. Nuestro autor las analiza con detalle. En primer lugar la batalla de Micala (479 a. C.) donde los griegos incendiaron la flota persa de Jerjes. La victoria griega sobre los etruscos en la batalla de Cumas (474 a. C.). La batalla de Eurimedón (468 a. C.) que se saldó con una gran victoria ateniense sobre los persas. Las cosas iban a cambiar pronto, las 200 trirremes enviadas por Pericles a Egipto para imponer allí su dominio sobre los persas, quedaron atrapadas entre dos brazos del Nilo y aniquiladas (batalla de Prosopitis, 454 a. C.). Fue la revancha persa por Salamina, Platea y Eurimedón.

En el 413 a. C., hubo cuatro batallas navales en Siracusa. En la primera, los siracusanos se defendieron de la gran expedición ateniense (casi trescientas embarcaciones) a la que derrotaron con ayuda espartana y corintia y la traición del griego Alcibíades que cambió de bando uniéndose a Esparta. Los atenienses, tras evitar el desastre en la segunda batalla, conocieron la derrota en la tercera y cuarta batallas de Siracusa. Las grandes pérdidas atenienses trajeron la ruina a la ciudad y la disolución de la Liga de Delos. Esparta se preparó para ocupar el lugar hegemónico de Atenas.

Esparta envió varias expediciones a los Dardanelos, lugar estratégico por donde llegaban productos de Oriente y trigo ucraniano. Los griegos atenienses no podían consentir que les cortasen la llegada de este trigo. Hubo varias batallas navales entre atenienses y espartanos en este espacio. Como la batalla del cabo Cinosema (411 a. C.) que se  saldó con una sorprendente victoria de los atenienses, o la batalla de Cícico al año siguiente en el  Mar de Mármara que terminó con una nueva victoria de los. Los enfrentamientos navales entre atenienses y espartanos continuaron en otros lugares: batalla de Notion (407 a. C.) cerca de Samos que acabó con una  victoria espartana o la batalla de las Arginusas (405 a. C.) en la que la victoria ahora sonrió a los atenienses. Estos enfrentamientos acabaron en el año 404 a. C. cuando los espartanos destrozaron la flota ateniense en la batalla de Egos Potamós. Siracusa, Notion y Egos Potamós hundieron la hegemonía naval ateniense. A Esparta le duró poco su hegemonía naval, hasta la batalla de Cnido en que se enfrentó a atenienses y persas (394 a. C.) y acabó derrotada.

Seguidamente, en la obra, se explica la entrada en escena de los romanos que, en sus comienzos, no se sintieron atraídos por el mar. En el contexto del enfrentamiento con Cartago por el control de Sicilia (Primera Guerra Púnica), debutó la flota romana al mando de Cneo Cornelio Escipión. Tras el  desastre, el Senado encomendó el mando de la flota a Caio Dulio, auténtico inspirador de la trirreme romana: más grande y más robusta que el modelo griego, con su rostrum para desventrar las naves enemigas y dotada de una pasarela abatible con garfios en su extremo (corvus) que facilitaba el abordaje. En el 260 a. C. tuvo lugar la batalla de Milas entre la flota romana al mando de Caio Dulio y la cartaginesa de Aníbal Giscón. Fue un desastre para los cartagineses y el primer triunfo naval romano. Caio Dulio se convirtió en un héroe naval,  entonces y para la posteridad: aún se conserva su columna rostral y han llevado su nombre diversos barcos de la armada italiana.

Durante la primera Guerra Púnica, romanos y cartagineses sostuvieron otras batallas navales.  En el 256 a. C. tuvo lugar la batalla de Ecnomo donde se encontraron la flota romana al mando de Marco Atilio Régulo y la cartaginesa de Amílcar y Hannón. La hábil estrategia de Régulo propicio una gran victoria romana. Tras esta victoria, los romanos pudieron desembarcar tropas en tierra para atacar Cartago. Envalentonado por el éxito de Ecnomo y de la victoria terrestre de Aspis, Régulo rechazó los ofrecimientos de paz y, poco después, vio cómo su ejército era diezmado por las tropas y elefantes de Jantipo. Más de 25.000romanos perecieron y el propio Régulo fue hecho prisionero.

Las batallas de Drépano (249 a. C.) y de las islas Egadi (241 a. C.) fueron los últimos actos navales de la Primera Guerra Púnica. Los resultados fueron muy diferentes, si los cartagineses obtuvieron un gran triunfo en Drépano, fueron derrotados en las islas Egadi. En esta batalla el romano Lutacio Cátulo dio orden de quitar los mástiles y aparejos de las naves para hacerlas más ligeras. Poco después de la batalla, una Cartago derrotada firmó el tratado que puso fin a la Primera Guerra Púnica.

El autor va a finalizar su ensayo con la batalla de Actium (31 a. C.). Para entender el contexto, dedica unas líneas a explicar la situación de Egipto desde el reinado de Ptolomeo Soter, tras la muerte de Alejandro Magno, al momento en que Egipto cayó en la órbita romana en tiempos de Julio César. Expone detalladamente las causas del enfrentamiento entre Octavio por un lado y Marco Antonio y Cleopatra por otro por el control de Egipto, su trigo y su riqueza. En el enfrentamiento final de Actium, Marco Antonio apostó por buque altos, grandes, poderosos, reforzados sus costados con planchas metálicas; mientras que Octavio, mejor sería decir de su competente militar Agripa, lo hizo por buques más ligeros y  ágiles, libres de mástiles y aparejos (a costa de que, al prescindir de la vela, no podría perseguir al enemigo si huía) siguiendo el ejemplo de Lutacio Cátulo en la batalla de las islas Egadi. En Actium, Cleopatra fue la primera mujer en la Historia que ejerció el mando de una agrupación naval completa. Es un misterio por qué Cleopatra, en lo más duro de la batalla, huyo con sus naves, ¿deserción? ¿algo acordado con Marco Antonio? Hay opiniones para todos los gustos. Marco Antonio salió en pos de Cleopatra, esta decisión marcó el principio del fin. Del resto de la flota de Marco Antonio y Cleopatra, unos buques desertaron, otros se rindieron y algunos lucharon hasta el final. Octavio fue el gran vencedor. No hubo más batallas navales hasta muchos siglos después

En resumen, una obra muy documentada y esencial para conocer los enfrentamientos navales de casi 1200 años de historia.

Ficha de la obra en la Web de la Editorial:


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