GARCÍA MORAL, E.: “Breve historia del África Subsahariana”. Edit. Nowtilus. Madrid,
1917
La rica y dinámica historia del África Subsahariana hasta su contacto y dominio por los europeos ha sido bastante olvidada en nuestro país. Basta echar un vistazo a los planes de estudio de la Enseñanza Secundaria y, salvo breves alusiones a ser la cuna de la humanidad, un profundo olvido de su existencia hasta las exploraciones de los europeos de la Edad Moderna. Esta Breve Historia del África Subsahariana aporta al lector, de forma clara y rigurosa, una aproximación a la historia de los diversos pueblos que pueblan esta vasta zona del mundo. El análisis causal y los efectos de cada uno de los principales momentos históricos del África Subsahariana es uno de los puntos fuertes de esta obra. ¿Qué puede encontrar el lector en esta Breve Historia?
Señala el autor que hasta aproximadamente el s. VIII conocemos poco de la historia de África Subsahariana, apenas el innegable parentesco y la relación comercial de Nubia con Egipto, la existencia del gran estado de Kush o la notable actividad comercial en la costa oriental africana (Etiopía, Eritrea, Yibuti y norte de Somalía). Sin embargo, en este período (“Los Siglos Oscuros”) se preparó el terreno a la esplendorosa época clásica o Era de los Imperios (siglos IX al XVI) a la que el profesor García Moral dedica un capítulo del libro.
En una franja que va desde el Atlántico hasta más allá del lago Chad florecieron grandes imperios, los mejor conocidos son los de Ghana (antes de comenzar su decadencia en el s. XI abundan los testimonios de su riqueza aurífera), Malí (un imperio de gran extensión, también rico en oro, que inició su decadencia en el s. XIV a la par que llegaban los portugueses), Songhay (imperio que aglutinaba multitud de etnias y pueblos y que prácticamente desapareció en 1591 cuando su ejército fue derrotado por tropas marroquíes mejor armadas), Kanem-Bornú (que perduró casi un milenio a orillas del lago Chad) y el gran Zimbabue (un poderoso estado que tuvo su apogeo en los s. XIII al XV). Cierran este capítulo unas líneas dedicadas al Preste Juan, leyenda medieval sobre un gobernante cristiano virtuoso que reina sobre una especie de paraíso terrenal, ubicado al principio en Asia y desde el s. XIV en África (en la zona de Etiopía).
La llegada del hombre blanco iba a trastocar la historia de estas tierras. Los primeros en llegar fueron los portugueses a mitad del s. XV. Ante los descalabros sufridos, los portugueses decidieron pasar de la ocupación por la fuerza a promover acuerdos con los pueblos locales para establecer relaciones comerciales buscando oro, marfil, pimienta, productos agrícolas y algunos esclavos. Los europeos establecieron factorías en las costas o islas cercanas, sin penetrar hacia el interior. Pronto los esclavos comenzaron a tener más peso en este comercio sobre todo en el Congo y Monomotapa (entre los ríos Zambeze y Limpopo).
Como no podía ser de otra forma, se dedican varias páginas a la trata de esclavos que, en palabras del historiador Basil Davidson, comenzó como un goteo para convertirse en un diluvio desde mitad del s. XVII. El número de personas que fueron objeto de este vergonzoso comercio es difícil de precisar; a lo largo de cuatro siglos, pudo ser de 12 millones de personas, sin incluir los comerciados de contrabando ni los que murieron durante los procesos de captura. Incluyendo éstos la cifra se elevaría a entre 15 y más de veinte millones. Teniendo presente que muchas de estas capturas se produjeron con complicidad de las élites africanas que organizaron auténticas razias para proporcionar esclavos a los negreros occidentales. Se analizan las consecuencias demográficas (pérdida de población, bajada de la natalidad, desequilibrio de hombres y mujeres…), económicas (pérdida de mano de obra joven y vigorosa) y sociales (clima de terror, violencia…). La trata enriqueció a una parte del mundo en detrimento de otra. En 1807, Gran Bretaña abolió la trata y comenzó a presionar a otros países para que hicieran lo mismo, a pesar de ello siguió hasta 1860. Esta abolición tuvo como consecuencia un cambio en el comercio, ahora África exporta minerales y productos agrícolas y compra productos elaborados, un comerccio claramente desventajoso.
Un acontecimiento decisivo para el futuro de la historia de África fue el Congreso de Berlín (1884-5) en el que se establecieron las reglas del juego para la ocupación efectiva de África al establecer que el principio para ocupar un territorio era el dominio efectivo del mismo y la comunicación al resto de las potencias. En los quince años siguientes las potencias coloniales ocuparon todo el continente africano (trazaron fronteras totalmente artificiales, muchas de las cuales han llegado a nuestros días) quedando solo como países libres Liberia y Etiopia. La penetración europea no fue pacífica, encontró resistencias no coordinadas que pudo vencer gracias a su superioridad en el armamento. El autor analiza algunos casos célebres de resistencia como los de Samory Touré contra los franceses y Cetshwayo contra los británicos.
Durante la I Guerra Mundial, las campañas en tierras del África Subsahariana no fueron decisivas pero sí que tuvieron cierta repercusión. Muy llamativo fue ver soldados africanos combatiendo en el frente francés y es que las colonias africanas se convirtieron en una reserva de tropas. Muchos de ellos murieron, en Francia se reconoció oficialmente la cifra de 30.000 soldados africanos muertos. A estas muertes hay que sumar las producidas por la gripe de 1918-19 que se pueden cifrar entre 1,5 y 2 millones de personas. Políticamente, al final de la contienda, hubo una redistribución del mapa colonial al repartirse los vencedores las colonias alemanas.
La II Guerra Mundial sirvió para acelerar la mentalidad anticolonial alentada por unas élites africanas formadas por los occidentales. Estos líderes occidentalizados fueron los paladines de la independencia y los primeros gobernantes de los nuevos Estados tras la declaración de independencia. Sudán fue el primer país en conseguir su independencia, después se fueron sucediendo en cascada (1960 fue un año en el que muchos países la alcanzaron), quedando algunos rezagados como Rodesia o las colonias portuguesas que, tras unas sangrientas guerras entre 1961 y 1974 en las que los portugueses desplegaron miles de soldados llegaron a la independencia en 1974 Guinea Bisau y Cabo Verde y en 1975 Mozambique y Angola.
El autor dedica unas páginas a las distintas valoraciones sobre los efectos de la colonización analizando los argumentos esgrimidos. Aunque sin duda tuvo algo de positivo “la explotación que implica el hecho colonial, hace de él un fenómeno nefasto” , como diría L. Sedar Senghor.
Los nuevos estados buscaron algún nexo de unión y en mayo de 1963 crearon la OUA (Organización para la Unión Africana), no era una unión política sino un acuerdo sobre unos puntos básicos como el respeto a la soberanía y la no injerencia en los asuntos internos de los países miembros, el apoyo a la independencia de los países que aún no lo había conseguido, la no alineación con alguno de los bloques de la guerra fría... Muchos de estos principios no fueron respetados en los años siguientes.
Tras la independencia se abrió para el África Subsahariana una época difícil en la que la inestabilidad política fue algo frecuente, muchos golpes de Estado que dieron lugar a regímenes militares (el historiador Paul Nugent distingue cuatro tipos) y algunas sangrientas dictaduras como las de Idi Amín o Bokasa. El autor analiza tres casos paradigmáticos para entender la evolución política de la década de 1960: Congo (Lumumba tuvo que hacer frente a la rebelión de Katanga antes de ser depuesto y asesinado), Ghana donde el prestigioso líder del África negra Nkrumah fue depuesto por un golpe militar y Nigeria donde las tres regiones en que fue dividido el país a mitad de los años 50 lucharon por controlar el aparato del nuevo estado lo que derivó en varios golpes de Estado.
Un grave problema para estos países fue el de su deuda externa. Para poner en marcha y mantener los servicios sociales, crear infraestructuras, modernizar el Estado, etc. tuvieron que buscar créditos de organismo internacionales (FMI, BM), estados desarrollados e instituciones de crédito. Comenzaba el problema de la deuda que se agravó cuando a raíz de la crisis del 73 cuando cayeron los precios de muchos de los productos que exportaban estos países. Los acreedores impusieron fuertes medidas de ajuste. Estas medidas y recortes van a condicionar el desarrollo y generar numerosas protestas y descontentos (ahora sabemos algo de eso en diversos países europeos).
Llegados a fin de la década de 1980, quedaban tres países bajo el dominio de minorías blancas: Rodesia (la guerrilla y la presión internacional obligaron al régimen de Ian Smith a convocar elecciones en 1980 tras las que el nuevo régimen cambió el nombre del país por Zimbabue), Sudáfrica (el sistema de aprtheid mantenido por el 15 % de la minoría blanca perduró hasta las elecciones de 1994 dieron el triunfo al ANC de Nelson Mandela) y Namibia (Sudáfrica, tras absorber este territorio, instauró el aprtheid que duró hasta que en 1990 declaró su independencia).
Como colofón a esta historia poscolonial tan convulsa, el autor dedica unas líneas para analizar las causas del enfrentamiento en Ruanda entre Tutsis y Hutus, dos etnias que comparten religión y lengua. Este genocidio que tuvo lugar en 1994 dejó más de 800.000 asesinados en apenas tres meses (la mayoría tutsis) y el posterior exilio forzado de hutus (más de dos millones) cuando los tutsis controlaron el poder.
Un continente con mucha historia y con un futuro lleno de luces (avance de los regímenes multipartidistas, rápido crecimiento del PIB, introducción de las nuevas tecnologías de la comunicación…) y sombras (la situación de pobreza extrema de una parte de la población, los pocos avances en una redistribución de la riqueza, el desempleo, los problemas derivados de la acelerada urbanización…) No hay que olvidar que los diez países más pobres del mundo se encuentran en esta zona.
Se van intercalando en el texto una serie de mapas que nos ayudan a situar en el espacio estos pueblos y se completa la obra con una cronología, un glosario y una amplia bibliografía.
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