Nicolás II y la zarina Alejandra |
Al sistema político ruso a comienzos del s. XX se le conoce con el nombre de autocracia. El zar, Nicolás II, detentaba un poder absoluto que, según se hacía ver a los súbditos (no ciudadanos), venía de Dios. Ninguna institución limitaba su poder. Algo más propio del siglo XVII que de comienzos del XX. Un modelo anacrónico e ineficaz de enfrentarse a los acontecimientos que iban a tener lugar en los primeros años del siglo: guerra contra Japón, Revolución de 1905, I Guerra Mundial...
No existía constitución (el Zar declaraba que esta palabra no debía ser mencionada en su presencia), no estaban autorizados los partidos políticos ni había una carta donde se recogieran derechos y libertades de la población.
Para ejercer este poder absoluto, el Zar se apoyaba en el ejército, la policía (la temida Okhrana), una burocracia corrompida, la iglesia ortodoxa y la omnipotente nobleza.
“Su Majestad no soporta cerca de sí a ningún individuo que con-sidere más inteligente a que tenga opiniones distintas a las de su camarilla imperial. El Zar no siente miedo más que cuando la tormenta cae sobre él. Pero, una vez que el peligro inmediato ha pasado, su temor se desvanece. Es incapaz de jugar limpio. Cuando yo hablaba de la opinión pública, el Zar me interrumpía con frecuencia encolerizado: ”¿Por qué tengo que preocuparme por la opinión pública?”. El Zar se imaginaba que todo el pue-blo, excepto los intelectuales, le era fiel”. Retrato del autócrata. (De las memorias de Witte, el primer ministro de Nicolás II).
“La autocracia es una forma de gobierno que ha muerto. Tal vez responda aún a las necesidades de algunos pueblos del África central, alejados del resto del mundo, pero no responde a las necesidades del pueblo ruso cada día más culto, gracias a la instrucción que va siendo cada vez más general. Así es que para sostener esta forma de gobierno y la ortodoxia ligada a él, es preciso, como ahora se hace, emplear todos los medios de violencia, la vigilancia policíaca más activa y severa que antes, los suplicios, las persecuciones religiosas, la prohibición de libros y de periódicos, la deformación de la educación, y en general de toda clase de actos de perversión y crueldad. Tales han sido hasta aquí los actos de vuestro reinado” TOLSTOI, fragmento de una carta al Zar en 1902.
La vida en la corte ofrecía una situación pintoresca. La zarina Alejandra incitaba a su marido, de carácter débil, a comportarse como un autócrata orgulloso y despiadado. Sobre ella tenía una gran influencia Rasputín un visionario que se autocalificaba como "santo", pretendía haber curado la hemofilia del zarevich y de ahí su gran influencia sobre la Corte. Políticamente, era un reaccionario muy contrario a las ideas del liberalismo. Rasputín llegó a tener tanto poder dentro de Palacio que prácticamente no había decisión o nombramiento importante que no pasase por su juicio. La aristocracia rusa no podía ver con buenos ojos la importancia de aquel hijo de campesinos analfabetos en asuntos gubernamentales (eso explica su asesinato en 1916). Sin embargo, era tal su capacidad de convicción y firmeza que nada pudo detener su posición preeminente dentro del gobierno del zar Nicolás II.
A pesar del control policial, se va a ir formando una oposición. De ello me ocuparé en otra entrada de este Blog.
Políticamente, a los rusos, según Girault y M. Ferro, se les ofrecían tres alternativas para superar la autocracia:
- Ir hacia un régimen parlamentario como los países de Europa occidental.
- Iniciar una serie de reformas limitadas que se irían completando.
- La vía revolucionaria.
1 comentario:
Buen Articulo
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