Según la doctrina fascista, uno de los criterios para medir la potencia de una nación era su número de habitantes. Mussolini adoptó una política natalista que se marcó como objetivo para Italia llegar a una población de 60 millones de habitantes, para ello se tomaron diversas medidas, en primer lugar se intentó elevar la tasa de natalidad con ayudas, exenciones fiscales y premios a familias numerosas o la prohibición del aborto y de métodos anticonceptivos. También se tomaron otras medidas como el control de la emigración o diferentes cargas fiscales a solteros y célibes. Esta política pro-natalista fue apoyada por la Iglesia.
Se acompañó de un gran despliegue propagandístico.
En 1925 se puso en marcha la Obra Nacional para la Maternidad y la Infancia cuyo objetivo era "... formar en la mujer una conciencia que la habilite para ampliar inteligentemente su misión de madre y, al mismo tiempo, proteger a los nuevos retoños de la raza". Prestó asidua atención a las mujeres embarazadas desde los primeros meses de su embarazo (alimentación, higiene...) y la asistencia necesaria para que el hijo naciera en las condiciones más favorables. Una vez producido el nacimiento, la asistencia que prestaba la Organización se dividía entre el niño y la madre durante todo el período de la lactancia y en el niño solamente una vez que la lactancia había terminado.
La población italiana pasó de 36,4 millones en 1920 a 44,5 en 1940. Atendiendo a estos datos, es claro que la política fascista no obtuvo los resultados esperados en este campo, se quedo lejos del objetivo 60 millones. La natalidad fue más levada en las zonas rurales, pero descendió en la zona norte del país.
Para el estudio científico de la población, en 1926, se creó el Instituto Central de Estadística (ISTAT) dirigido por el reputado demógrafo C. Gini.
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