“Dos hombres se disputan hoy los destinos de Italia: dos hombres, dos sistemas. Garibaldi y Cavour. La cuestión no es, entre los dos, de principios, no se trata de forma política; es cuestión de medios, sobre cómo se puede alcanzar un fin que los dos afirman tener en común: la unidad nacional. Cavour representa oficialmente la monarquía; Garibaldi la acepta y cree que puede bautizar y consagrar la Italia unida. No hay entre los dos, si aceptamos como sinceras (nosotros no lo hacemos, pero gran parte de Italia lo hace) las frecuentes declaraciones de Cavour, más que una diferencia de método. Pero esta diferencia es tal, tan importante, que los hombres lo sepamos o no, están irreconciliablemente separados. Es necesario que uno de los dos fracase y el otro triunfe.
Garibaldi sigue la vía directa; Cavour la oblicua. El primero está inspirado por la lógica de la revolución; el otro adopta deliberadamente la táctica oportuna para conseguir reformas (…) Surgido de la aristocracia del país y aristocrático por naturaleza, escéptico, sin fe, sin teoría, sin sabiduría excepto aquella sacada de Maquiavelo, de los intereses, Cavour no cree en el pueblo, no ama al pueblo. Nacido del pueblo, democrático por hábitos, educado en la Joven Italia en el culto de las ideas, de los principios, Garibaldi ama al pueblo y cree en él. Cavour, pues, aborreciendo la intervención popular está constreñido a buscar en otra parte un apoyo a su propia obra; y lo busca en una potencia extranjera, escogiendo entre todas ellas aquélla a la cual los intereses propios podían sugerir hostilidad hacia Austria y la necesidad de la propia existencia sugiriese una oposición declarada a todo lo que fuese pueblo y revolución: la Francia imperial. Garibaldi busca la propia fuerza en Italia, en su pueblo, en la admirable actitud guerrera de su juventud, en su sed de Patria, en la potencia impulsora de la insurrección, en la fuerza de un país llamado a salvarse a sí mismo ( ... ) Está detrás de Garibaldi la Italia no oficial, la Italia del pueblo, la Italia de los voluntarios, la Italia de los jóvenes, la Italia de cuantos no respetarnos más que el Deber, nos sacrificarnos, combatimos y vencemos; la Italia que grita Unidad, la Italia del porvenir. Cavour ha arrebatado Niza a Italia; Garibaldi ha dado a Italia la isla de Sicilia. Cavour es por la fuerza ministro de Asuntos Exteriores; Garibaldi es el soldado ciudadano de la patria italiana. Y en el momento en que escribirnos, Garibaldi abriga en su animo el deseo de completar con armas italianas la empresa italiana...".
G. MAZZINI: "Sobre la unidad italiana”.
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