DÍAZ
PARDO, F.: “Breve historia de la
Generación del 27”. Editorial Nowtilus. Madrid, 1918.
¿Generación del 27, Grupo del 27,
Generación de la República, Grupo poético dentro de una generación…? De todas
estas etiquetas la que más ha triunfado ha sido la acuñada por Dámaso Alonso en
1948: Generación del 27. La
asistencia de varios de los miembros de esta “generación” a un acto organizado
por el Ateneo de Sevilla en diciembre de 1927 para conmemorar el tercer
centenario de la muerte de Góngora justifica lo del 27. El compartir una serie de
circunstancias, rasgos e ideas permiten agruparlos: nacen en un período de
tiempo breve (de 1891 que nace Pedro Salinas a 1905 en que lo hace Manuel
Altolaguirre), similar procedencia social (hijos de familias acomodadas),
formación académica parecida, ejercicio de la profesión docente, vinculación entre
ellos bastante estrecha (en varios casos a través de la Residencia de
Estudiantes), inquietudes intelectuales, sociales y políticas coincidentes en
casi todos, colaboración en las mismas revistas (el autor hace un listado
bastante completo de ellas), tratamiento de temas comunes, el exilio tras la
Guerra Civil que sufrieron varios de ellos (destacando el asesinato de García
Lorca en los primeros momentos de la contienda), la importancia renovadora de
su obra, etc.
Es evidente que no se puede
entender cualquier creación literaria o
artística fuera de su contexto histórico. Por ello, el autor dedica un largo
capítulo a hacer una síntesis histórica de los principales acontecimientos
políticos y movimientos artísticos y culturales que vieron la luz desde el
último tercio del s. XIX (desde los sistemas de alianzas de Bismarck) hasta
después de la II Guerra Mundial, haciendo más hincapié en lo referente a España,
especialmente en la modernidad y los
grandes desequilibrios de la época de la Restauración, la Crisis del 98 , el
Regeneracionismo, la aparición y desarrollo del movimiento obrero y de una
conciencia de clase, la crisis del sistema de la Restauración, la dictadura de
Primo de Rivera y, de un modo especial, la Guerra Civil cuyo desenlace marcó
profundamente el ritmo de las vidas y obra de nuestros protagonistas.
No se olvida el autor de dedicar
unas líneas a los antecedentes artísticos y literarios de los autores del 27: el
modernismo y el espíritu rebelde y rompedor de las vanguardias (dadaísmo,
cubismo, expresionismo, futurismo, surrealismo…) que se presentaron en escena
con unos manifiestos que pregonaban nuevas concepciones en las artes y las
letras. Tampoco lo hace de algunos autores que influyeron muy especialmente en
los poetas del 27: José Ortega y Gasset cuya obra “La deshumanización del arte” tomaron como programa, Ramón Gómez de
la Serna con sus greguerías y, de manera especial, Juan Ramón Jiménez, su guía
y maestro. Los poetas del 27 tuvieron unas inclinaciones estéticas claramente
integradoras, desde los poetas medievales a poetas como Antonio Machado pasando
por los clásicos. Aunque en sus comienzos giraron en torno a la poesía pura, un
tanto deshumanizada, fueron dando entrada en sus versos a temas profundamente
humanos con varios matices.
La nómina de los poetas
integrantes de la Generación del 27 es bastante mayor que lo que suele
pensarse. El autor, tras hacer un
detalle exhaustivo de sus componentes, dedica unas líneas, en el capítulo 4, a
las figuras más conocidas: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Vicente
Aleixandre, Emilio Prados, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre,
la etapa inicial de Dámaso Alonso y, en un lugar destacado por la importancia y
originalidad de su obra, Federico García Lorca. Todos ellos llevaron a la
poesía española a una auténtica edad de oro.
Aunque la poesía fue la principal
forma de expresión de los escritores del 27, también cultivaron otros géneros
como el ensayo (muchos fueron profesores universitarios y publicaron estudios
sobre su materia), la narrativa y especialmente el teatro donde destacaron las
obras de Alberti y García Lorca. Éste último escribió teatro desde su juventud
hasta el final de su vida, las cuatro obras que publicó en los años treinta
(Bodas de sangre, Yerma, Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores y
La Casa de Bernarda de Alba) se pueden considerar obras cumbre del teatro
español.
A primera vista la Generación del
27 parece cosa de hombres. Sin embargo, paralelamente a ellos, desarrollaron su
labor creativa un nutrido grupo de mujeres, pensadoras y artistas, nacidas
entre 1898 y 1914. A ellas, las “simsombrero”
está dedicado el capítulo 5 de la obra. No llevar sombrero se convirtió en una señal de modernidad, rebeldía y ruptura frente a los sectores conservadores yen
la mujer, además, un signo de
independencia. Las “simsombrero”
rompieron con el rol tradicional asignado a la mujer y se alinearon con el
papel y las reivindicaciones de la nueva mujer tras la I Guerra Mundial,
especialmente la igualdad y el derecho a voto. Sus orígenes acomodados no les
impidieron desarrollar una comprometida conciencia social. Por citar algunas:
pintoras como Margarita Mallo o Ángeles Santos, escritoras como Rosa Chacel,
Teresa León, Ernestina de Champourcín, María Zambrano, Concha Méndez…
El capítulo siete trata de la
influencia de la pintura y el cine en los poetas del 27. Cubismo y otras formas
de abstracción dejaron huella en su obra. Alberti y García Lorca hicieron sus
pinitos en la pintura. Lo visual fue el nexo entre el cine y la poesía. Muchos
poetas del 27 se mostraron fascinados
por el mundo del cine, por lo que representaba de renovación, dinamismo ymodernidad.
Hay claras influencias del cine en Alberti, Cernuda, Lorca, Salinas, García
Lorca… Se puede considerar a Luis Buñuel el cineasta del 27. El capítulo ocho
no es menos curioso, analiza la influencia de los toros y el flamenco (incluso
en los autores que no eran andaluces) en la lírica del 27.
No se puede finalizar un ensayo
de esta naturaleza sin reflejar la huella del 27 en la poesía posterior, cita
una lista de autores en los que la influencia del 27 es manifiesta. Dedica unas
líneas a Miguel Hernández al que Dámaso Alonso llama el “genial epígono”. Su extracción social y su talante eran muy
diferentes de los del 27. Además, los poetas más significativos del 27
(Alberti, Lorca, Cernuda...) despreciaron claramente al poeta de Orihuela.
Algunos autores encuadran a Miguel Hernández en lo que denominan Generación del
36. También se ocupa el profesor Díaz de señalar las características de la
poesía desarraigada de Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre y su influencia en la
poesía de los años 50.
La Guerra Civil iba a truncar o a
alterar su actividad creadora. Salvo Gerardo Diego, los demás se alinearon con
el bando republicano, así que tras el triunfo de los militares rebeldes sufrieron
el asesinato en el caso de García Lorca o el exilio. Dámaso Alonso y Vicente
Aleixandre, que quedaron en España, sufrieron un exilio interior especialmente
el segundo. En el exilio, tras un período de desorientación, los autores
recuperaron su labor creativa con una poesía de carácter social. Aunque ya nada
fue igual. Tuvo que llegar la democracia para que muchos de ellos vieran
reconocidos sus méritos.
Esta obra, rigurosa y amena,
escrita por un experto en el tema, permite al lector (más o menos conocedor del
tema) adquirir una visión bastante completa de la Generación del 27: la
situación personal de sus componentes, el carácter renovador de su obra y la
influencia en la poesía y el teatro posterior. Los numerosos fragmentos de
poemas que incluye, además de facilitar la comprensión del texto, convierten a
este ensayo en una pequeña antología poética.
La obra en la Web de la
Editorial:
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