MÁRQUEZ
DE LA PLATA, V.: “Mujeres con poder en la
historia de España”. Edit. Nowtilus. Colección Historia Incógnita. Madrid,
2018
La escritora e historiadora
Vicenta Márquez de la Plata presenta en este ensayo la biografía de diez
mujeres que tuvieron gran influencia política en un mundo dominado claramente
por hombres. Diez mujeres que vivieron en un amplio abanico de tiempo, desde el
siglo X a comienzos del XVIII. Obviamente, no fueron las únicas, otras muchas
pudieran haber sido incluidas en una relación de estas características. Las
protagonistas de esta obra fueron reinas, virreinas, tutoras de la minoría de edad
de sus hijos, gobernadoras o una especie de validas que ejercieron su papel con un alto
sentido de Estado y con una determinación y una prudencia ejemplares en unos
tiempos casi siempre muy difíciles llenos de disputas nobiliarias, luchas por
el control del poder, enfrentamientos entre los distintos reinos peninsulares…
Además, con la dificultad añadida de ser mujeres. Su labor, muchas veces, ha
quedado para la historia en un segundo plano en la sombra de los reyes de
turno, un buen ejemplo lo ofrece María de Molina cuya labor siempre se enmarca
en el reinado de Alfonso V. En sacar a la luz su labor y colocarlas en el lugar
histórico que les corresponde reside uno de los grandes méritos de este ensayo.
Estas mujeres demostraron que, como diría Marie Deraismes en el s. XIX, “la inferioridad de las mujeres no es un
hecho de la naturaleza, es un invento humano, es decir, una ficción social”.
El primer bloque de la obra está
destinado a tres validas. La primera, Leonor López de
Córdoba era hija de un miembro de la alta nobleza servidor de Pedro I de
Castilla, que tras el asesinato de éste (1369), fue ejecutado y su familia encarcelada.
La suerte cambió para Leonor varios años más tarde cuando, ya liberada, el rey
Enrique III casó con Catalina de
Lancaster, una nieta de Pedro I. Leonor fue llamada a la corte y nombrada
camarera mayor de la Reina. Se convirtió en una de las personas de confianza de
la Reina e influyó en sus decisiones cuando ejerció la regencia (con Fernando
de Antequera) durante la minoría de edad de su hijo (Juan II). En 1412 perdió
la confianza de la Reina y pasó el resto de sus días en Córdoba con prohibición
expresa de regresar a la Corte. Se puede considerar la primera valida de
nuestra historia.
La siguiente biografía es la de María Coronel Arana, más conocida como la “monja de Ágreda”, una
mística visionaria con fama de santa. No fue una auténtica valida ya que
carecía de apetencias de poder, pero ejerció gran influencia en Felipe IV a
través de una nutrida correspondencia de más de 600 cartas que se inició en
1634 y duró 22 años hasta prácticamente la muerte de ambos (en el texto se intercalan
varios fragmentos de estas cartas). Para Felipe IV fue una consejera espiritual
y política, la consultó las más importantes decisiones políticas de su agitado
reinado. La religiosa ofreció consuelo al Rey tras la muerte de su esposa
Isabel de Borbón y de su hijo Baltasar Carlos (llegó a afirmar que se le
aparecían los espíritus de ambos). Sus experiencias místicas y un tanto
visionarias la granjearon gran fama y también atrajeron la atención de la
Inquisición que acabó incluyendo en el Índice de Libros Prohibidos su obra
escribió “La mística ciudad de Dios”.
La última biografía de las
validas es la de una de las personas con más influencia en la política española
en los primeros años del s. XVIII, Anne Marie de la
Trémouille, conocida en España como Princesa de los Ursinos. Constaba
con la amistad de Luis XIV con quien intercambiaba correspondencia. Apoyó la
causa francesa en la Guerra de Sucesión española. Luis XIV la encargó viajar a
España con el joven rey (Felipe V) para que velase por sus intereses en Madrid,
fue nombrada camarera mayor de la reina Mª Gabriela de Saboya. En algún momento
fue destituida de su puesto que recuperó por la insistencia de la Reina. Tuvo
un papel muy activo en la Guerra de Sucesión, influyó en no pocas decisiones de
los reyes, desempeñó cargos de muy alta responsabilidad en algunos momentos e intrigó
en muchas ocasiones. La muerte de Mª Gabriela de Saboya cambió su suerte, a
pesar de apoyar la candidatura de Isabel de Farnesio como nueva esposa del Rey
(creyendo que la iba a poder manejar fácilmente) en la primera entrevista entre
ambas, Isabel de Farnesio, una mujer de fuerte carácter, la expulsó de España con la prohibición expresa de que no volviera
jamás.
La reina Toda. Ilustración en la obra |
La sección de reinas, con cuatro
biografías, comienza con la de Toda Aznárez, la primera
gran reina navarra de la dinastía Jimena casada con Sancho Garcés I (905-925).
De este matrimonio tuvo un hijo varón y varias hijas que utilizó para
desarrollar una auténtica política matrimonial con el objetivo de asentar la
dinastía Jimena en el trono, engrandecer el Reino de Pamplona y establecer
alianzas. Las casó con reyes de León, condes de Álava y Castilla y la familia
condal de Ribagorza. Cuando murió su marido dejando un hijo menor de edad
(García Sánchez I), la reina Toda logró hacerse con el control de la regencia
del joven heredero hasta su mayoría de edad. Siguiendo con su política
matrimonial casó a su hijo con una hija del conde de Aragón y, cuando se separó
de ella con a la infanta Teresa de León. Negoció con habilidad con las tropas musulmanas
que llegaron hasta Pamplona en el 934 (firmó un pacto de no agresión con
Abdarraman III), intervino activamente en el conflicto entre Fernán González y
Ramiro II de León, apoyó la candidatura de su nieto Sancho I el Craso al trono
de León… Como podemos ver, una hábil e inteligente gobernadora, gran
protagonista de muchos de muchos acontecimientos de las primeras seis décadas
del s. X.
La segunda reina de la que se
ocupa este ensayo es Urraca de Castilla que
llevó una vida agitada, novelesca donde las haya. Alfonso VI, sin heredero
varón, a las puertas de la muerte (1109), hizo reconocer como legítima heredera
a su hija Urraca que era viuda de Raimundo de Borgoña. Urraca acabó casándose
con Alfonso I de Aragón y Navarra, lo hizo únicamente para cumplir con los
deseos de su padre ya muerto. Fue un matrimonio muy accidentado con fuertes
discusiones (incluso públicamente), maltratos físicos (Alfonso incluso llegó a
encerrar a su esposa), muchas separaciones y reconciliaciones. El papa se opuso
a este matrimonio pretextando que eran primos segundos y acabó declarándolo nulo. Urraca recuperó el
control de su reino, pero no el sosiego. Un episodio no menor fue su
enfrentamiento con los burgueses de Santiago (en un momento del mismo la reina
Urraca sufrió fuertes humillaciones y salvó la vida de milagro) y con el obispo
Gelmírez. Después de un reinado turbulento, traspasó el poder a su hijo tenido
con Raimundo de Borgoña que reinó con el nombre de Alfonso VII el Emperador.
Berenguela de Castilla |
Berenguela,
hija de Alfonso VIII, es la siguiente reina de la que se ocupa la obra. Tras un
matrimonio acordado que no llegó a celebrarse, contrajo matrimonio con Alfonso
IX de León que había estado casado con su prima hermana Teresa de Portugal con
la que había tenido tres hijos, un matrimonio disuelto por la Iglesia. El
matrimonio de Berenguela y Alfonso, tras haber tenido cinco hijos (entre ellos
el futuro Fernando III el Santo), también fue disuelto por el papa. Al morir
Alfonso VIII, Berenguela quedó como tutora del heredero, su hermano Enrique.
Tuvo que enfrentarse a los Lara que aspiraban a la tutela del infante, para
evitar una división del reino traspasó la tutoría de Enrique a D. Álvaro de
Lara. Enrique murió de la herida producida por la caída de una teja, así que
Berenguela quedó como reina de Castilla. Ahora el conflicto surgió con Alfonso
IX de León que reclamaba el trono de Castilla con el apoyo de los Lara.
Berenguela, con habilidad, consiguió que el papa diera por bueno su matrimonio
con Alfonso y así asegurar los derechos al trono de Castilla para su hijo
Fernando (III) al que también ayudó para coronarse rey de León en 1230
negociando con las hijas de Teresa de Portugal su renuncia al trono.
Por último, en el apartado de
reinas, María de Molina, la mujer que reinó tres
veces. María de Molina se casó con Sancho (IV), hijo de Alfonso X, antes de que
éste se enfrentase a su padre. El papa Martín V declaró nulo el matrimonio
debido a su consanguinidad, Sancho (IV) no acató nunca este breve pontificio y
no se separó de su esposa lo que iba a afectar a la legitimidad de su hijo
Fernando. Sancho IV murió dejando como heredero a su hijo Fernando IV con dudas
sobre su legitimidad debido a la anulación papal del matrimonio de sus padres y
amenazado por las reclamaciones del infante Juan, los hijos de Fernando de la
Cerda y Enrique hijo de Fernando III el Santo que contaron con fuertes apoyos
de notables linajes nobiliarios y de otros estados como Francia o Aragón. En
estas difíciles condiciones, María de Molina ejerció la tutoría del rey menor
de edad apoyándose en las ciudades. Puso todo su empeño, gastando grandes sumas
de dinero, en conseguir que el papa reconociese la legalidad de su matrimonio y
así los derechos dinásticos de su hijo Fernando (IV). Ahí no acabó el papel de
María de Molina ya que Fernando IV murió dejando un hijo de un año: Alfonso XI.
María de Molina tuvo que tomar de nuevo las riendas del reino para defender la
corona de su nieto. María de Molina, una mujer que ejerció el poder tres veces
siendo un modelo de inteligencia, prudencia y mesura.
Dos biografías de gobernadoras.
En primer lugar Margarita de Parma, hija
bastarda de Carlos I. En 1559, Felipe II la nombró gobernadora general de los
Países Bajos asesorada por un Consejo cuyo máximo representante era el cardenal
Granvela. El primer problema que tuvo que afrontar fue la oposición de la
nobleza local al cardenal Granvela. Margarita maniobró hábilmente, buscó la
colaboración de los más moderados y obtuvo del Rey la dimisión de Granvela.
Pero el problema más importante fue el enfrentamiento religioso, para abordarlo
Margarita se encontró desasistida por Felipe II que era partidario de una
postura totalmente intransigente en materia religiosa frente a su postura más
negociadora. La situación en Flandes era cada vez más desesperada: rebeliones,
disturbios, tumultos… el Rey ordenó la intervención del Duque de Alba sin ni
siquiera consultarlo con Margarita de Parma que, ante esta tesitura presentó su
renuncia y se retiró la vida política.
La otra gobernadora es Isabel Clara Eugenia, la hija predilecta de Felipe II
(“la niña de sus ojos” como él mismo
confesó en más de una ocasión). Desde una edad temprana (14 años) se convirtió
en una figura fundamental de la corte, consejera y colaboradora del rey que
apreciaba mucho su alto sentido de la responsabilidad. Tras la traición de A.
Pérez, el Rey solo confiaba plenamente en ella. Felipe quería para ella una
corona, pensó casarla con el rey Sebastián de Portugal, sentarla en el trono de
Inglaterra y, más seriamente, hacerla reina de Francia en el contexto de las
Guerras de Religión. Ninguno de estos planes cuajó, al fin casó con el archiduque
Alberto. En 1598, Felipe II le entregó el gobierno de los Países Bajos como un
territorio aún dependiente de España. Esta dependencia no gusto, así que
siguieron los enfrentamientos con diversas alternativas. Isabel Clara Eugenia y
su marido comenzaron a negociar una tregua que se firmó en 1609 por 12 años.
Fueron estos años de la tregua para los Países Bajos de gran prosperidad
económica y de gran florecimiento cultural y artístico. Al expirar la tregua,
tanto España como Holanda eligieron el camino de la guerra en el contexto de la
Guerra de los Treinta Años. Isabel Clara Eugenia, ya viuda, renunció a la
soberanía sobre los Países Bajos que volvieron a la corona española y quedó
como gobernadora.
Cierra el ensayo un capítulo
dedicado a una virreina, Doña María de Castilla casada
con su primo Alfonso V de Aragón. Gobernó durante más de 30 años en la Corona
de Aragón como lugarteniente de su esposo que prefirió residir en su corte de
Nápoles. A pesar de su delicada salud (de la que ella misma se quejó muchas
veces) gobernó con acierto en una época muy agitada, supo mediar en el
conflicto entre los infantes de Castilla y Aragón, convenció a su esposo para
que aboliese los malos usos que tanto oprimían a los payeses, evitó en
enfrentamiento con Castilla… A pesar de su matrimonio de conveniencia, fue
siempre fiel a su esposo incluso sabiendo
sus varias aventuras amorosas. La relación a distancia de los esposos fue
cordial como lo demuestran las muchas cartas que intercambiaron. A pesar de
ello, en 1457, Alfonso llegó a pedir el divorcio que no le concedió Calixto III.
María fue una virreina eficiente, modesta en el vestir que huía de las fiestas
bulliciosas, aficionada a los libros y la música, piadosa, y caritativa.
La obra en la Web de la
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