RAMOS
BULLÓN, C.: “Breve historia de la vida
cotidiana del Antiguo Egipto. Costumbres, cultura y tradiciones”. Editorial
Nowtilus. Madrid, 2018
Si ya es difícil historiar la
vida cotidiana de pueblos de la antigüedad debido a la escasez documental, lo
es más hacerlo de una civilización que ha perdurado más de tres mil años
durante los cuales han cambiado y evolucionado notablemente sus formas de vida,
costumbres y tradiciones, en algunos casos de forma notable. Por ello es de
agradecer este documentado ensayo de Clara Ramos con el que ha conseguido
acercarnos a la vida cotidiana, costumbres, creencias, ritos funerarios y
cultura de hombres y mujeres del Antiguo Egipto. La civilización egipcia ha
suscitado como pocas un gran interés continuado entre amantes de la Historia y
público en general; bien es verdad que este interés se ha centrado más en el
mundo de los faraones y clases altas y sus fastuosas tumbas y templos. Sin
embargo, para conocer la vida en el Antiguo Egipto es necesario acercarse
también a la cotidianeidad de colectivos de las clases más bajas: trabajadores
de las pirámides, artesanos, comerciantes, agricultores, pescadores, sirvientes,
etc., y entender cómo trabajaban, se alimentaban y vestían, dónde vivían, cómo
se relacionaban socialmente y en familia, cómo enterraban a sus muertos, etc. Mostrar
estos aspectos es uno de los grandes méritos de esta obra. La autora ha
manejado, además de una amplia bibliografía y publicaciones de diversa índole, fuentes
primarias muy variadas: objetos y decoración de tumbas y templos, inscripciones
jeroglíficas, papiros, restos arqueológicos, objetos rescatados de naufragios,
fuentes literarias antiguas, etc.
El ensayo se estructura teniendo
como referencia el calendario egipcio que data de los primeros faraones, sus
tres grandes estaciones (inundación, siembra, cosecha o sequía) dan pie a los
tres grandes bloques de la obra de tres capítulos cada uno que se relacionan con alguna
festividad o ceremonia importante.
La estación de la inundación
(luminosa de ajet) es el momento en que el Nilo se desborda inundando y, a la
vez, fertilizando los campos. En el primer capítulo, relacionado con la salida
de la rutilante estrella Sirio, la autora se ocupa de algunos de los oficios
más representativos: mineros (detalla los métodos de extracción del oro),
canteros (explica los métodos de extracción de la piedra de las canteras),
trabajadores de las pirámides, pintores de los conjuntos arquitectónicos
funerarios o religiosos (describe sus herramientas, los pigmentos,
las técnicas, colores más comunes),
Escriba sentado, Museo del Louvre. Datado en la V Dinastía (en torno a 2450-2325 a. C.) Ilustración en la obra |
arquitectos (la mayoría anónimos, aunque
conocemos con detalle la vida y obra de algunos como Imhotep o Amenhotep),
escultores de madera, piedra y metal (materiales empleados, herramientas y
técnicas), albañiles cuya principal labor era fabricar adobes, escribas
(profesión muy valorada que iba precedida de una cuidada formación), funcionarios,
médicos (profesión de prestigio muy relacionada con la religión y la magia,
tenían escasos conocimientos de anatomía aunque conocían los principales
órganos del cuerpo y algunos huesos), etc.
La festividad de los muertos, que
giraba en torno a la figura de Osiris, abre el segundo capítulo dedicado a todo
lo relacionado con la muerte y los ritos funerarios. Se explica el
proceso/ritual de momificación que se fue perfeccionando con el tiempo
(conservar el cuerpo era esencial para la supervivencia en la vida eterna), la
evolución de los retratos funerarios (desde los primitivos en vendas de yeso
hasta los de El Fayum), el funeral (cortejo fúnebre, formas de los ataúdes,
ajuar, introducción en la tumba, banquete fúnebre), el viaje al más allá para
el que el difunto contaba con la ayuda del Libro de los Muertos (colección de
fórmulas que hacían referencia a los obstáculos y peligros que debía sortear el
difunto hasta alcanzar la vida eterna), el juicio de Osiris en la Sala de la
Doble Verdad. Detalla los principales tipos de tumbas de los faraones y clase
alta (pirámides, mastabas e hipogeos) y cómo fueron evolucionando, fijándose en
algunas en concreto como las pirámides y algunas necrópolis (Valle de los
Reyes, Valle de las Reinas).
La ceremonia de elevar el pilar
de djed, que simboliza la estabilidad y la perdurabilidad y se relaciona con la ceremonia de renovación del faraón,
introduce el último capítulo de esta estación
en el que se trata de la ciudad. La planificación urbanística era
escasa, abundaban las calles estrechas y el hacinamiento. En cambio, las
ciudades que surgen en torno a las grandes obras funerarias están más
planificadas, presentan un plano ortogonal. Dedica unas líneas a las casas
populares (de madera y adobe) y a los muebles (mesas, sillas, taburetes, camas,
armarios, baúles…). Finaliza este capítulo con un análisis de cómo eran las
ciudades mejor conocidas: Tebas, Tell El-Amarna y Alejandría.
La siguiente estación es la de la
siembra (naciente de peret) que dura otros cuatro meses. La referencia a la diosa
Rannut, divinidad asociada a la alimentación, la cosecha y la fertilidad, abre
el primer capítulo de esta estación que trata de la agricultura y el sector
primario. Los productos agrícolas eran la base de la alimentación de los
egipcios. Su supervivencia estaba ligada a que la inundación de las tierras de
cultivo por las aguas del Nilo fuera suficiente, pero no tan generosa que
inundara zonas habitadas. Los egipcios construyeron canales y diques para
extender el área inundada y nilómetros por todo el territorio para medir el
nivel de la crecida. La autora describe las labores de la siembra, los aperos, los cultivos
principales (trigo, cebada y lino), la cosecha, el riego (del primitivo cigonal
a la noria ptoloméica), etc. También se ocupa de otras actividades del sector
primario: ganadería (estabulada y en libertad), pesca en el Nilo, lagos y
estanques (útiles y modalidades), caza y, apicultura.
La festividad y procesión de Neit
(una diosa considerada inventora del tejido) abre el segundo capítulo de esta
estación dedicado a la moda, la estética y el cuidado del cuerpo. Describe la
vestimenta masculina y femenina (de lino y lana principalmente), las pelucas
que utilizaban tanto hombres como mujeres,
las joyas con que se adornaba la clase aristocrática (pendientes,
diademas, collares, brazaletes, pectorales, cinturones, tobilleras, coronas
reales… de oro lapislázuli, amatista, ámbar, cristal de roca), el cuidado
personal del cuerpo, el uso y elaboración de cremas, ungüentos y otros
productos de belleza.
El tercer capítulo de esta
estación, introducido por la fiesta Heb Sed o de renovación real, está dedicado
a las diferentes clases sociales y sus posibilidad de ascenso y caída. Comienza
tratando la figura del faraón que es el centro de la sociedad y el representante
de los dioses en la tierra, especifica sus funciones ligadas al mantenimiento del equilibrio y la
justicia, a la defensa del reino y a promover el culto a los dioses. No se
olvida de la familia real, especialmente la reina y el príncipe heredero
(incluyendo la ceremonia de su acceso al poder). Por debajo del faraón en la
escala social, se situaba la aristocracia, una clase privilegiada que detentaba
los altos cargos en la administración, el ejército y el clero. De entre los cargos
políticos destacaba el de visir en quien delegaba el faraón muchas de sus
funciones. Trata también de la clase sacerdotal cada vez más poderosa, del
estamento militar que no se organizó como tal hasta el Reino Nuevo (organización,
jerarquía, armamento, uniformes, remuneración y recompensas) y de la los
cuerpos de policía. Acaba el capítulo con unas líneas dedicadas al inferior de los escalones sociales,
destacando el papel de los mercaderes.
El tercer bloque es el de la
estación de la cosecha (de la abundante shemu). El primer capítulo introducido
por la fiesta de la salida del dios Min (divinidad relacionada con la lluvia,
la vegetación y la fertilidad) está dedicado a exponer los hábitos alimentarios
de los egipcios. Llama la atención la variedad de su dieta con productos procedentes
de la agricultura, la caza, la pesca y de importación. El pan era su alimento esencial, las decoraciones de las tumbas nos ilustran
sobre los métodos de su elaboración. La cerveza (diferente a la actual) también
era de consumo cotidiano. Además componían su dieta verduras, legumbres
(especies similares a las actuales), frutas, carnes rojas y blancas (la más
apreciada era la de buey que consumían las clases altas), caza (perdices,
codornices, liebres…), pescado (especialmente consumido por para los habitantes
del Delta y de El Fayum), queso, mantequilla, dulces muy variados… Como se ve
muy variada y moderna. El vino fue una bebida de lujo hasta que se popularizó
con los Ptolomeos. Explica cómo condimentaban estos alimentos con sal y
diversas plantas aromáticas. No podían faltar unas líneas para informar cómo
eran los recipientes de cocina y útiles como cucharas, cuchillos… La gran
cantidad de escenas de banquetes en tumbas dejan constancia de cómo cambiaron
los hábitos de la postura para comer, de sentados en el suelo a sillas.
La fiesta para conmemorar la
unión entre Horus y Hathor sirve de excusa para tratar de la vida conyugal. No
existía una formalidad religiosa o jurídica para el matrimonio, únicamente se
requería el mutuo acuerdo y la cohabitación. El objetivo principal del
matrimonio era tener hijos. La mortalidad era muy alta durante el parto y en
los primeros años de la infancia (se utilizaban amuletos para proteger a los
niños). Sorprenden las curiosas pruebas de embarazo y los anticonceptivos
empleados. Los roles de hombres y mujeres dentro del matrimonio estaban
perfectamente definidos. Tampoco estaba regulado el divorcio cuyas causas más
frecuentes son la infertilidad, infidelidad de la mujer o la búsqueda de una
unión con clases más altas en caso de ascenso social. La autora escribe sobre la
importancia dada a la lactancia, los
juguetes, la educación de las clases más
altas en las escuelas de los templos, también de las prácticas sexuales, la
prostitución, la homosexualidad que no estaba bien vista socialmente. Cierran
el capítulo unas líneas dedicadas a las mascotas (perros, gatos, monos y
babuinos…) a los que las clases más pudientes llegan a embalsamar.
Heru-renpet son los cinco días
que se añadían al calendario, eran conocidos como los del nacimiento de los
dioses. El último capítulo del libro está dedicado a la religiosidad de los
egipcios y a sus dioses. A pesar de que la religión era esencial en la vida del
pueblo, la mayoría no tenía acceso a los templos, podían preguntar al dios a
través de unas orejas talladas en los muros exteriores. Inserta una serie de
dibujos muy ilustrativos de cómo eran representados dieciocho dioses y su
relación entre ellos (ver imagen adjunta). Explica los cuatro mitos más importantes que tratan de
explicar el origen del mundo. Acaba el capítulo con unas líneas dedicadas al
templo egipcio: escrupulosa elección de su ubicación, rituales de fundación,
evolución de las plantas, materiales, tipos de columnas (papiriformes,
lotiformes, palmiformes, hathoricas), decoración, partes que componen el templo
clásico (desde el cercano embarcadero hasta el sanctasantorum donde se alojaba
la estatua del dios).
Esquema de un templo egicio. Ilustración incluída en la obra, pág. 302 |
Completan y ayudan a explicar el
contenido muchos ejemplos, imágenes, dibujos, cuadros sinópticos, fragmentos de
textos antiguos y algún mapa. Finaliza con una amplia bibliografía.
En resumen, una obra escrita de
forma rigurosa, de amena lectura, llena de hechos y anécdotas muy curiosas que
ayudará a conocer un poco mejor el día a día de los egipcios.
Página de la obra en la Web de la
Editorial:
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