MARTÍNEZ-PINNA, J.: “Los exploradores de Hitler:
SS-Ahnenerbe”. Editorial Nowtilus. Colección Historia Incógnita. Madrid, 1917.
Es notoria la obsesión de los nazis por encontrar
los orígenes de la raza aria y algunos objetos de poder, tanto religiosos (Grial, Arca de la Alianza, Lanza de Longinos, Mesa de Salomón) como
civiles (martillo de Thor, espada de Turingia). Para llevar adelante estas búsquedas
crearon instituciones, reclutaron científicos e investigadores de ideología
afín y organizaron insólitas expediciones. Los dirigentes nazis (Hitler,
Himmler…) mostraron gran interés por el mundo de lo oculto, la superstición y
la magia. La obra de Martínez Pinna (experto en tesoros ocultos) se ocupa de
arrojar luz, dentro de lo que es posible, sobre estas expediciones de búsqueda que, a pesar de
su empeño, dieron pocos resultados. Esta obra es un relato ameno y fascinante
que, contrastando diversas hipótesis, acerca al lector al mundo del
ocultismo nazi y sus expediciones cazatesoros.
Emblema de Ahnenerbe |
Los nazis crearon un Estado donde la raza aria era el
elemento esencial para conseguir la cohesión del pueblo alemán. Dentro de este contexto hay
que entender su interés por encontrar las huellas de los orígenes
ancestrales de la raza aria. Para este fin, en 1935, crearon Ahnenerbe ("Sociedad
para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana"), un
Instituto para estudiar y recuperar las huellas del glorioso pasado alemán.
Himmler acabó integrando esta Sociedad en las SS y dotándola de abundante
recursos que le permitió montar una gran estructura: museos, talleres
especializados, bibliotecas… Para su dirección se eligió a H. Wirth, un hombre
de temprana afiliación al Partido Nazi.
En este ensayo, Martínez-Pinna explica las insólitas
expediciones que organizaron para hallar huellas de los orígenes ancestrales
de la raza aria. Describe con detalle la expedición encargada a Ernst Schäfer para
establecer contacto con los dirigentes del mítico reino de Shambala, que podía
estar bajo las cumbres del Himalaya, pensando que podía esclarecer los orígenes
de la raza aria. También las expediciones para encontrar los restos de la
Atlántida donde, según algunos, tras un brusco cambio climático, pudieron
refugiarse los supervivientes de raza aria. Otros situaron a los supervivientes
atlantes en las cercanías del lago Titicaca en el altiplano andino donde habrían
erigido la espectacular ciudad de Tiahuanaco. Los nazis prepararon una gran
expedición (dirigida por el arqueólogo E. Kiss acompañado de varios
especialistas) al yacimiento de Tiahuanaco, pero quedó pospuesta por falta de
fondos.
Otro objetivo de los nazis fue encontrar los que se pueden
denominar “objetos de poder” que suponían cargados de sacralidad por haber
pertenecido o estado en contacto con personas fuera de lo común o por haber
tenido un protagonismo esencial en religiones primitivas. Estos objetos podían
proporcionar poder y dominio políticos, dar la vida eterna, otorgar una mayor
grado de sabiduría o dar la posibilidad de alcanzar mayor pureza espiritual. El
autor hace un repaso a los esfuerzos nazis en la búsqueda de algunos de ellos
como la Calavera del Destino (buscaron estas calaveras de cristal en
Centroamérica, las llegaron a interpretar como unas reliquias utilizadas por
los antiguos sacerdotes de la Atlántida), el martillo de Thor de propiedades
estremecedoras, la espada de Turingia
que perteneció al emperador Federico I Barbarroja (según la leyenda, aquel que
la encontrase sería el encargado de llevar a los alemanes hacia la victoria, de
ahí el interés de Hitler por hallarla), los restos del Arca dela Alianza a los
que relacionaron con poderes especiales que podían ayudar a ganar la guerra
(para su búsqueda montaron la Operación Trompetas de Jericó), la Piedra del
destino (sobre la que reposó Jacob su cabeza cuando tuvo la conocida visión de
una escalera que subía hasta el cielo y tras distintas vueltas llegó a Irlanda
y Escocia - sobre ella se coronaron sus reyes- hasta avabar en la Abadía de Westminter en
Londres. Conocedores los ingleses del interés de los nazis por apropiársela,
ante la posibilidad de una invasión, la escondieron) y la Lanza del destino (la que utilizó
Longinos para atravesar el costado de Jesús). Según la leyenda, el poseedor de
la lanza no sería vencido en el campo de batalla y tendría el destino del mundo
para bien o para mal. Una de las cuatro identificadas estaba en el Museo del
palacio vienés de Hofburg. Hitler estaba obsesionado con ella desde sus tiempos
mozos en Viena. Ya en el poder, Hitler, tras la anexión de Austria y su desfile
triunfal por Viena, fue al palacio de
Hofburg para ver (estuvo una hora ante ella meditando en silencio) y, a la vez,
reclamar la lanza. Ordenó preparar su traslado que no se hizo efectivo hasta
1938 en que fue llevada a Nuremberg donde fue encontrada por los aliados tras
la conquista de la ciudad.
Sin embargo, de todos
los objetos de poder el más buscado por los nazis fue la copa sagrada, el Santo
Grial. Una reliquia que proporcionaría a su descubridor la vida eterna. La
historia del Grial es muy compleja llena de leyendas e interpretaciones. En
primer lugar centraron su búsqueda en el sur de Francia al creer que estuvo en
poder de los cátaros. Cuando la persecución contra los cátaros estaba llegando
a su final, los últimos supervivientes se hicieron fuertes en Montsegur. Tras
un largo asedio, Montsegur se rindió y los líderes cátaros con más de 200
seguidores fueron quemados vivos (marzo, 1244). Según la tradición, antes de la
caída, algunos se descolgarían por la roca llevando su tesoro que
escondieron en algunas cuevas y rutas cercanas, ¿estaba el Grial en este
tesoro? En esta zona centró sus esfuerzos Otto Rahn, captado por la Ahnenerbe,
para encontrarlo, contactó con arqueólogos franceses, inspeccionó todas
las grutas en torno a Montsegur… pero
todos sus esfuerzos fueron en vano. En junio de 1943, parece (no es seguro) que Himmler volvió
a enviar una expedición a Montsegur, al mando del prestigioso militar Skorzeny,
para descubrir los restos del tesoro cátaro.
Himmler en Montserrat |
Pero no solo en el sur de Francia
buscaron los nazis el Santo Grial. El autor relata con cierto detalle el viaje
de Himmler a España, tras pasar por varios lugares de nuestra geografía llegó a
Montserrat donde esperaba encontrar pistas sobre el Grial o el Grial mismo.
Cuando los nazis constataron que no podían ganar la Guerra y
que se acercaba el final del Reich, parece que buscaron refugios seguros para
esconder algunos tesoros muy valiosos y documentos comprometedores. Los rumores
y leyendas sobre estos escondrijos atrajeron la atención de algunos gobiernos y
de muchos cazatesoros. Nuestro autor se ocupa de aclarar lo que sabemos de
algunos de ellos, por ejemplo: la gran cantidad de cajas con Libras Esterlinas
falsificadas que cayeron al lago Toplitz en los Alpes austriacos o el pecio de Wilhelm Gustloff hundido en el
Báltico con un gran tesoro en su interior. Una de las búsquedas más intensas ha
sido la de la famosa Cámara de Ámbar. Era una habitación forrada con paneles de
ámbar (400 kg.) que Federico Guillermo de Prusia regaló al zar Pedro el Grande.
En Rusia, el primer destino de la Cámara fue el Palacio de Invierno, pero en
1755 se trasladó al Palacio de Catalina en Tsárskoye Selo. Cuando los alemanes
invadieron la URSS, los soviéticos
intentaron trasladar la cámara, pero no les dio tiempo. Los nazis desmontaron
la cámara y la llevaron a Königsberg, aquí estuvo hasta el final de la guerra
cuando se perdió su pista, ¿fue destruida por los bombardeos aéreos? ¿Fue
desmontada y escondida por los alemanes? Los rusos la buscaron durante años desesperadamente
sin resultado.
La reciente película The Munuments Men (2014) ha puesto de
actualidad el programa, en el que participaron más de 400 personas, puesto en
marcha por Estados Unidos para salvar monumentos
y recuperar obras de arte, joyas… robadas
y escondidas por los nazis (pudieron rapiñar unos cinco millones de obras de
arte, tal vez la más famosa el Políptico de la Adoración del Cordero Místico
que hoy podemos contemplar en la Catedral de San Bavón en Gante).
Cierran el libro dos curiosos capítulos. El 9 explica cómo
Himmler y la Ahnenerbe pusieron mucho empeño en encontrar la tumba de Alarico I
el Viejo que, tras saquear Roma en el 410, se hizo con grandes tesoros entre
los que se podía encontrar parte del
botín que los romanos tomaron del templo de Jerusalén en el año 70 y pudo ser
parte del ajuar funerario de Alarico. En el capítulo 10 se trata del interés de
los nazis por estudiar las características físicas de los guanches canarios que
tal vez podían ser supervivientes de los atlantes, ¡siempre en busca de los
orígenes de la raza aria!.
La obra en la Web de la editorial (hoja promocional
y comenzar a leer):
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