CÓRDOBA DE LA CRUZ, J. L.: “Breve historia de los
fenicios”. Edit. Nowtilus. Madrid, 2017
Cuando hablamos de grandes civilizaciones, pasadas o
presentes, nos vienen a la mente el nombre de héroes, reyes o caudillos o de
importantes gestas y batallas que contribuyeron a su origen o consolidación. No es el caso de la
civilización fenicia que, en este sentido, es un tanto atípica. Su historia es
la de un pueblo de activos comerciantes
que recorrieron todo el Mediterráneo fundando colonias comerciales en lugares
estratégicos para realizar intercambios comerciales. A veces se identifica
fenicio con comerciante, así lo recoge el Diccionario de la Real Academia de la
Lengua, una de cuyas acepciones es un adjetivo “que tiene habilidad para comerciar o negociar y sacar el máximo
beneficio”. Buscaron activamente metales (estaño, plata, plomo) y productos alimenticios ofreciendo a cambio maderas
nobles (cedro, sándalo, ciprés), manufacturas de lujo (cerámicas, textiles
exclusivos con el tinte púrpura que se extraía del Murex tras complicados
procesos físico-químicos), joyas, objetos de marfil, etc. Pero este contacto
con los fenicios trajo algo más que relaciones comerciales; al compás del
comercio, propagaron el cultivo de la vid y el olivo, aportaron algunas novedades
revolucionarias (como el torno alfarero) y, algo de suma importancia cultural, legaron
su alfabeto base para la comunicación y las transacciones comerciales. En
definitiva, la llegada de los fenicios transformó las formas de vida de sociedades
indígenas con las que entraron en contacto. Curiosamente, ellos no se
denominaron fenicios, su nombre se lo puso la historiografía griega derivándolo
de phoinix, un tinte de color púrpura
extraído de un molusco genero Murex por
gentes que habitaban el actual espacio líbano-israelí.
La civilización fenicia se extiende desde la crisis de los
pueblos del mar (siglo XII a. C.) hasta la conquista por Babilonia en el s. VI
a. C. siendo su época de esplendor los siglos X-VIII a. C. De la historia de los
fenicios, un tanto abandonada por la historiografía, se ocupa este ensayo
divulgativo de José Luis Córdoba de la Cruz en el que explica el origen de este
pueblo, la importancia y expansión de su comercio, su organización política y
social, las creencias y ritos religiosos, su cultura… Una tarea un tanto
difícil ya que la mayoría de las fuentes fenicias para su estudio se han
perdido, así que las noticias de otros pueblos y la arqueología adquieren un
papel protagonista para el conocimiento de este pueblo.
La obra, en primer lugar, se centra en explicar los orígenes
del pueblo fenicio y el contexto histórico y geográfico en el que tuvo lugar,
un espacio enormemente civilizado y poblado: Egipto, Hatti, ciudades micénicas,
Babilonia, Ugarit. En el s. XII a. C. se rompió el status en la franja
líbano-israelí con la invasión de los denominados pueblos del mar. El autor se
detiene en explicar quiénes pudieron ser estos pueblos, sus ataques a Ugarit,
Hatti y diversas ciudades de la costa del Mediterráneo Oriental y su fracaso
ante el faraón Ramsés III en la Batalla del Delta. A pesar de esta victoria,
Egipto se retiró de la zona siria-palestina lo que aprovecharon los cananeos
para afianzar su autonomía. Los fenicios son los cananeos que se adaptaron a
las nuevas circunstancias históricas. Es muy difícil hacer una nítida
distinción entre cananeos y fenicios.
En los sucesivos capítulos de la obra el autor se ocupa de
los principales aspectos de la civilización fenicia comenzando por la
organización político administrativa. Fenicia nunca fue un estado centralizado,
se componía de una serie de ciudades-estados autónomas que tenían una cultura
común. Estaban regidas por reyes con muchas competencias (incluidas religiosas)
pero sin llegar a ser monarcas absolutos. Los sufetes (importantes magistrados
con competencias civiles y militares) y la Asamblea de la ciudad (nobleza,
gente relevante y ancianos de la ciudad) eran el contrapeso al poder real. Se analiza
la evolución de las principales ciudades: Biblos, Sidón y Tiro.
La sociedad fenicia que, como en la mayoría de los casos era
muy jerarquizada, aunque existen algunas posibilidades de ascenso para
comerciantes y artesanos de éxito. En el capítulo 3 se hace un análisis de la
pirámide social: el rey y la aristocracia (tanto la de sangre como la
económica) en la cúspide, el clero que disfrutaba de una posición elevada, los
activos comerciantes, manufactureros (que deben abastecer de productos a los
comerciantes), marineros (expertos y especializados), agricultores y
trabajadores agrícolas (pequeños propietarios, jornaleros y esclavos).
No podían faltar algunos capítulos dedicados al estudio de la
actividad comercial, una de las señas de identidad de este pueblo. Las pocas
posibilidades agrícolas de los terrenos circundantes a las ciudades, debido a
su poca extensión y su escasa fertilidad (aridez), empujaron a los fenicios a
centrar su principal actividad en el comercio por todo el Mediterráneo, mar del
que conocieron bien sus corrientes y vientos. También eran grandes navegantes fuera
del Mediterráneo, llegaron a las costas del norte de Francia y de Inglaterra,
hay quien afirma que circunnavegaron África dos mil años antes de que Bartolomé
Díaz doblara el cabo de Buena Esperanza. Establecieron unas activas redes
comerciales entre las ciudades fenicias y
sus colonias. El autor analiza los productos con los que comercian, las
rutas comerciales y su duración, los barcos (barrigones, de gran capacidad de
carga, con su vela cuadrada) para realizar este comercio. Conocemos estos
barcos por algunos hallazgos como los dos encontrados junto a las costas de
Mazarrón.
Aunque las condiciones geográficas y climáticas no eran las
mejores, no abandonaron la agricultura, hacía falta alimentar a los habitantes
de las ciudades. Es más hicieron aportes: riego por gravedad, aterrazamientos
para aprovechas las pendientes, mejora de las técnicas para el cultivo de vid y
producción de vinos (los vinos fenicios gozaban de gran fama), perfección del
cultivo de aceitunas y obtención de aceite (antes de la expansión fenicia
apenas se conocía el aceite en las riberas del Mediterráneo)… todo esto lo
extendieron a sus colonias.
En el capítulo seis se trata de la presencia fenicia en la
Península Ibérica haciendo especial hincapié en la fuerte relación comercial
con Tartessos y la importante colonia de Gadir. El contacto con los fenicios
trajo enormes transformaciones sociales (forma de las casas, modos de vida,
formas y rituales de los enterramientos...), en la producción (agricultura,
cerámica más depurada con nuevo diseño y colores, tejidos…), culturales (el
alfabeto). El esplendor económico y cultural de Tartessos duró aproximadamente
dos siglos, se acabó a mediados del s. VI a. C. sin que sepamos muy bien las
causas: ¿agotamiento de los yacimientos metalíferos? ¿competitividad entre las
élites locales? ¿apertura de rutas más rentables, por ejemplo en el sur de
Francia? ¿crisis en las ciudades fenicias atacadas por los babilonios?
Una de las principales aportaciones fenicias fue su alfabeto.
Aunque se puede decir que la escritura nació alrededor del cuarto milenio a.C.
en la zona de Mesopotamia (famosas arcillas sumerias de caracteres
cuneiformes), no se trata de un alfabeto como tal, son pictogramas que
simbolizaban palabras u objetos, pero no conceptos abstractos (como los
jeroglíficos egipcios). Los fenicios popularizaron el uso de letras y grafemas
para la representación del idioma. Su alfabeto ayudaba a la formulación de
conceptos abstractos y, debido a su sencillez, facilitaba su aprendizaje lo que
hizo que hubiera más gente que accediera a la lectura y escritura. El alfabeto,
compañero de la expansión comercial, se fue extendiendo por el Mediterráneo
desde el s. IX a. C. y de él nacieron los alfabetos hebreo, árabe y arameo, y
fue la base para el griego y sus descendientes directos. El castellano tiene
muchas palabras importadas del fenicio.
Dedica un capítulo a la religión fenicia emparentada en
muchos aspectos con las religiones orientales más importantes de su época. Los dioses o su importancia cambian de unas
ciudades a otras. Va a dedicar unas líneas a los dioses más importantes: El
(dios supremo), Athirat (madre de numerosos dioses), Baal (muy importante en la
religiosidad popular, dios de la vegetación y la fertilidad), Astarté (que se transformó
en la Tanit púnica), Melkart (la divinidad más famosa del panteón fenicio),
Eshmun (un dios sanador), Moloch (representación del fuego purificador)… No
disponemos de fuentes directas para conocer los ritos. Más datos nos aportan
las necrópolis sobre las formas de enterramiento (cremación y la inhumación,
más extendida ésta) y los ajuares funerarios.
Cierra el libro un capítulo dedicado a la arqueología fenicia
en el que se hace un repaso a lugares de gran interés visitables, algunos con
sus correspondientes museos: Ugarit (aunque no es una ciudad fenicia como tal
tiene una base cultural común), Biblos, Castillo de Dona Blanca en la localidad
gaditana de Puerto de Santa María, los dos barcos fenicios hallados en la
década de los noventa en la costa de Mazarrón, el yacimiento arqueológico de
Gadir y Parque Erytheia, el yacimiento de El Carambolo, Cancho Roano,
yacimiento de Sa Caleta en Ibiza, yacimiento de Toscanos en Vélez-Málaga,
Cartago y Lixus (llegar a los restos de estas dos últimas ciudades es muy
difícil ya que se encuentran bajo las ciudades púnica y romana).
La lectura de “Breve historia de los fenicios”, en sus
aproximadamente trescientas páginas, nos proporciona una visión de la historia
de esta civilización y su importancia, expuesta de manera amena y rigurosa. Se
insertan en el texto numerosas ilustraciones y varios mapas que ayudan a comprender
el texto. Se finaliza con una amplia bibliografía que ofrece, al lector
interesado, posibilidades de ampliación sobre el tema.
La obra en la Web de la Editorial (se puede ver el índice y
leer la primeras páginas):
No hay comentarios:
Publicar un comentario