PRIETO,
Manuel J.: “Breve historia de la
caballería medieval”. Edit. Nowtilus. Madrid, 2017
Podemos convenir que los dos símbolos más reconocibles de la Edad Media son, tal vez, los castillos y los caballeros. La lectura de esta obra nos adentra en el mundo de la caballería durante un largo período de tiempo, desde su inicio en torno a 1100 (aunque muchos años antes Carlomagno había decidido formar un ejército con hombres lo suficientemente ricos para dotarse de caballo y armas) hasta su declive en el s. XVI, tanto en el aspecto militar como en el social, aunque siguió teniendo espacio en el campo de batalla. Cambios sociales, militares, el uso de armas de fuego, etc. configuraron un nuevo tipo de ejército en el que aumentó el peso de la infantería (sirvan como ejemplo los famosos Tercios españoles).
En esta obra, excelentemente estructurada, Manuel J. Prieto
aborda todos los aspectos relacionados con los caballeros y la caballería
medieval. A la vez, nos acerca a la sociedad europea de la época, su
organización y valores. Los hechos curiosos que salpican el relato dotan a la
obra de una gran amenidad y hacen muy fácil su lectura. En sus explicaciones,
utiliza una precisa terminología que denota el gran conocimiento del tema que
tiene el autor. No va a defraudar al lector interesado en este tema.
Los caballeros no son solamente unos guerreros, son hombres de
un cierto prestigio que observan un código de conducta y hacer gala de una
serie de cualidades y formas de vida en las que están presentes el valor, el
honor, la valentía, la fidelidad, la lealtad, la cortesía, etc., todos ellos
muy relacionados con el mundo de la nobleza. En la segunda mitad del s. XIII,
R. LLull escribió el “Libro de la Orden de Caballería” en el que, con un estilo narrativo, explica de forma un
tanto idealista el sentido de la verdadera caballería.
En la sociedad de los tres órdenes, los caballeros son los
que protegen a los que oran y a los que trabajan. La importancia de la
caballería en combate fue creciendo con el tiempo. Se puede decir que, en
muchos períodos, los caballeros vivían y se entrenaban para la guerra. Debían
practicar para alcanzar destreza en montar a caballo y habilidad en la lucha
con distintas armas. Los torneos eran un buen entrenamiento para la lucha,
pero, a la vez, se convirtieron en un evento social y un espectáculo para el
público. Comenzaron a popularizarse desde mediados del s. XI y se dotaron de
reglas bastante precisas. A ellos dedica el autor uno de los últimos capítulos
de la obra.
Este libro se centra, en primer lugar, en el papel del
caballero en la sociedad feudal medieval de Europa Occidental en la que, con
distinta intensidad y variantes, predomina el sistema feudal y su red de
vasallajes. El camino para hacerse caballero no era sencillo ni barato. El
autor explica el periplo desde la entrada al servicio de la Corte o de casas
nobiliarias primero como escudero hasta alcanzar el grado de caballero,
deteniéndose en los prolegómenos y en la ceremonia del nombramiento (cargada de
simbolismo) que solía acontecer en una fiesta religiosa señalada.
No podía faltar un capítulo dedicado a las armas, sus formas
y tipos más comunes, así como la utilización en combate: desde las más
esenciales como la espada (muchas llegaron a tener nombre propio) y la lanza
(esencial en las frecuentes cargas de la
caballería) hasta otras menos comunes, pero igualmente presentes en el campo de
batalla: hachas de mano, martillos, mazas, mayales, manguales, dagas y otras
armas cortas.
Y la armadura de los caballeros. El autor describe con
detalle la cota de malla cuyo proceso de fabricación, lento y laborioso, se fue
perfeccionando con el tiempo, su elevado coste hizo que no estuviera al alcance de todos; las
armaduras que fueron reduciendo peso y ganando en sofisticación para favorecer
la movilidad del caballero; los cascos que fueron evolucionando desde los que
únicamente protegían la parte superior de la cabeza a los complejos con viseras
móviles y coronados con penachos; los escudos baratos y efectivos, de distintos
tamaños y formas aunque se va imponiendo la triangular; guantes de protección
para las manos, etc.
Seguidamente, se ocupa de las formas de combate de la
caballería: cargas en campo abierto, escaramuzas, incursiones, asedios a
ciudades o castillos, etc., y de las tácticas y formaciones de combate (la más
común en forma de cuña) aunque éstas dependían del tamaño de los ejércitos
enfrentados, del terreno y la posición respecto a él.
De la teoría a la práctica. El autor dedica más de sesenta
páginas a la descripción de nueve batallas medievales en las que la caballería
jugó un destacado papel. Comenzando por la batalla de Hastings (1066) que
enfrentó a las tropas del rey anglosajón de Inglaterra, Harold II, con el
ejército del Duque de Normandía, Guillermo el Conquistador. Un ejemplo de cómo
la caballería disciplinada, en combinación con los arqueros, fue esencial en el
combate. Esta batalla ha quedado inmortalizada en el Tapiz de Bayeux.
La batalla de Hattin (1189) en la que la caballería de
Saladino, más entrenada, masacró a la caballería pesada de los cruzados
cristianos víctimas de un mal planteamiento, falta de abastecimiento (agua
esencialmente) y cansancio. La batalla de las Navas de Tolosa (1212) en la que
una gran concentración de tropas cristianas (castellanas, catalanas,
aragonesas, navarras, de allende del Pirineo) derrotaron a los almohades que en
1195 había vencido a las tropas cristianas en Alarcos. La eficaz carga de la
caballería fue esencial en esta victoria que fue un punto de inflexión en la
Reconquista. La batalla de Legnano (1176) en la que las tropas del emperador Federico Barbarroja
se enfrentaron a las milicias de Milán y otras ciudades. La caballería jugó
gran papel en ambos bandos y fue esencial en la derrota de Barbarroja. La
batalla de Crécy (1346), punto de inflexión en la Guerra de los Cien Años, en
la que las tropas inglesas del rey Eduardo III, mejor dispuestas sobre el
terreno, derrotaron a las tropas francesas. La batalla de Nájera (1367) las
tropas de Pedro I, con la ayuda inglesa del Príncipe Negro, derrotaron de
manera no definitiva a las de Enrique II de Trastámara ayudado por caballeros
aragoneses y franceses. La batalla de Aljubarrota (1385) en la que se
enfrentaron Juan I de Castilla y Juan I de Portugal por la corona portuguesa. A
pesar de su superioridad, Juan I de Castilla conoció una rápida derrota debido
a su poca prudencia y a que la caballería castellana no mantuvo su formación. La
batalla de Grünwald (1410), una de las
grandes batallas de la Edad Media en la que los caballeros teutónicos
fueron derrotados por caballeros del reino de Polonia y del Gran Ducado de
Lituania. Y, por último, la batalla de Agincourt (1415) en la que la caballería
francesa, que se creían en superioridad, sufrió un desastre ante Enrique V de
Inglaterra.
Dedica un capítulo a caballeros Templarios, Hospitalarios y
otros monjes guerreros. La parte más gruesa de este apartado está dedicada a la
Orden del Temple: nacimiento, Regla y funcionamiento de la Orden, misión, ceremonia de ingreso, vestimenta en tiempo de paz y de guerra,
armamento, formas de ataque, lugares de actuación, etc. Dedica unas líneas
también a la Orden Hospitalaria, la Orden de los Caballeros Teutónicos y las
Ordenes de Caballería que surgieron en la Península Ibérica (Calatrava,
Santiago, Alcántara, Montesa…).
Si importante era el caballero, también lo era el caballo. “Sin caballo no hay caballero”. Un buen
caballo de guerra (debía ser semental) era un animal muy valioso por eso se
protegía con bardas, cotas de malla, telas gruesas, incluso placas de metal.
Los nombres de muchos de ellos nos son harto familiares.
El libro se ocupa también de la heráldica que comenzó a
dotarse de reglas fijas y concretas en el s. XII. Al principio, solo las
grandes familias tenían escudo de armas, luego llegaron a ser patrimonio de la nobleza
más baja. Los escudos de armas, hoy presentes en las fachadas de muchas casas y
mansiones, son todo un arte.
Dedica unas líneas a otras caballerías medievales: la muy
temida caballería ligera de los mongoles, la caballería musulmana, la bien
equipada caballería bizantina, los caballeros góticos.
Cierra el libro un bonito capítulo dedicado a mitos y
caballería. Los cantares de gesta llevaron literatura el ideal caballeresco y
sus hazañas mezclando la realidad con la leyenda, en proporciones no siempre
iguales. Poemas épicos que narran hechos acontecidos muchos años (siglos)
antes. Hace un breve repaso a: el Cantar de Roldán que narra la muerte del
héroe en el paso de Roncesvalles en el año 778; al más conocido y amplio de los
mitos medievales, la leyenda del rey Arturo, que generó varios relatos de gran
éxito en Europa; El Cantar de Mio Cid que, escrito aproximadamente un siglo
después de la muerte del héroe, es el relato más histórico de los de esta
categoría; la leyenda de S. Jorge y su enfrentamiento con el dragón que ha
inspirado a tantos artistas; el poema épico que relata las hazañas del héroe
Beowulf y sus enfrentamientos con el monstruo Grendel; y Amadís de Gaula, novela de pura ficción que recopila los
elementos esenciales de los libros de caballería.
En la ficha del libro de la Web de la editorial se pueden
encontrar información sobre la obra y el autor y se pueden leer las primeras
páginas:
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