jueves, 4 de mayo de 2017

BREVE HISTORIA DE LA CABALLERÍA MEDIEVAL


PRIETO, Manuel J.: “Breve historia de la caballería medieval”. Edit. Nowtilus. Madrid, 2017

Podemos convenir que los dos símbolos más reconocibles de la Edad Media son, tal vez, los castillos y los caballeros. La lectura de esta obra nos adentra en el mundo de la caballería durante un largo período de tiempo, desde su inicio en torno a 1100 (aunque muchos años antes Carlomagno había decidido formar un ejército con hombres lo suficientemente ricos para dotarse de caballo y armas) hasta su declive en el s. XVI, tanto en el aspecto militar como en el social, aunque siguió teniendo espacio en el campo de batalla. Cambios sociales, militares, el uso de armas de fuego, etc. configuraron un nuevo tipo de ejército en el que aumentó el peso de la infantería (sirvan como ejemplo los famosos Tercios españoles).

En esta obra, excelentemente estructurada, Manuel J. Prieto aborda todos los aspectos relacionados con los caballeros y la caballería medieval. A la vez, nos acerca a la sociedad europea de la época, su organización y valores. Los hechos curiosos que salpican el relato dotan a la obra de una gran amenidad y hacen muy fácil su lectura. En sus explicaciones, utiliza una precisa terminología que denota el gran conocimiento del tema que tiene el autor. No va a defraudar al lector interesado en este tema.

Los caballeros no son solamente unos guerreros, son hombres de un cierto prestigio que observan un código de conducta y hacer gala de una serie de cualidades y formas de vida en las que están presentes el valor, el honor, la valentía, la fidelidad, la lealtad, la cortesía, etc., todos ellos muy relacionados con el mundo de la nobleza. En la segunda mitad del s. XIII, R. LLull escribió el “Libro de la Orden de Caballería” en el que, con  un estilo narrativo, explica de forma un tanto idealista el sentido de la verdadera caballería.

En la sociedad de los tres órdenes, los caballeros son los que protegen a los que oran y a los que trabajan. La importancia de la caballería en combate fue creciendo con el tiempo. Se puede decir que, en muchos períodos, los caballeros vivían y se entrenaban para la guerra. Debían practicar para alcanzar destreza en montar a caballo y habilidad en la lucha con distintas armas. Los torneos eran un buen entrenamiento para la lucha, pero, a la vez, se convirtieron en un evento social y un espectáculo para el público. Comenzaron a popularizarse desde mediados del s. XI y se dotaron de reglas bastante precisas. A ellos dedica el autor uno de los últimos capítulos de la obra.

Este libro se centra, en primer lugar, en el papel del caballero en la sociedad feudal medieval de Europa Occidental en la que, con distinta intensidad y variantes, predomina el sistema feudal y su red de vasallajes. El camino para hacerse caballero no era sencillo ni barato. El autor explica el periplo desde la entrada al servicio de la Corte o de casas nobiliarias primero como escudero hasta alcanzar el grado de caballero, deteniéndose en los prolegómenos y en la ceremonia del nombramiento (cargada de simbolismo) que solía acontecer en una fiesta religiosa señalada.

No podía faltar un capítulo dedicado a las armas, sus formas y tipos más comunes, así como la utilización en combate: desde las más esenciales como la espada (muchas llegaron a tener nombre propio) y la lanza (esencial en las frecuentes cargas de  la caballería) hasta otras menos comunes, pero igualmente presentes en el campo de batalla: hachas de mano, martillos, mazas, mayales, manguales, dagas y otras armas cortas.

Y la armadura de los caballeros. El autor describe con detalle la cota de malla cuyo proceso de fabricación, lento y laborioso, se fue perfeccionando con el tiempo, su elevado coste  hizo que no estuviera al alcance de todos; las armaduras que fueron reduciendo peso y ganando en sofisticación para favorecer la movilidad del caballero; los cascos que fueron evolucionando desde los que únicamente protegían la parte superior de la cabeza a los complejos con viseras móviles y coronados con penachos; los escudos baratos y efectivos, de distintos tamaños y formas aunque se va imponiendo la triangular; guantes de protección para las manos, etc.

Seguidamente, se ocupa de las formas de combate de la caballería: cargas en campo abierto, escaramuzas, incursiones, asedios a ciudades o castillos, etc., y de las tácticas y formaciones de combate (la más común en forma de cuña) aunque éstas dependían del tamaño de los ejércitos enfrentados, del terreno y la posición respecto a él.

De la teoría a la práctica. El autor dedica más de sesenta páginas a la descripción de nueve batallas medievales en las que la caballería jugó un destacado papel. Comenzando por la batalla de Hastings (1066) que enfrentó a las tropas del rey anglosajón de Inglaterra, Harold II, con el ejército del Duque de Normandía, Guillermo el Conquistador. Un ejemplo de cómo la caballería disciplinada, en combinación con los arqueros, fue esencial en el combate. Esta batalla ha quedado inmortalizada en el Tapiz de Bayeux.



La batalla de Hattin (1189) en la que la caballería de Saladino, más entrenada, masacró a la caballería pesada de los cruzados cristianos víctimas de un mal planteamiento, falta de abastecimiento (agua esencialmente) y cansancio. La batalla de las Navas de Tolosa (1212) en la que una gran concentración de tropas cristianas (castellanas, catalanas, aragonesas, navarras, de allende del Pirineo) derrotaron a los almohades que en 1195 había vencido a las tropas cristianas en Alarcos. La eficaz carga de la caballería fue esencial en esta victoria que fue un punto de inflexión en la Reconquista. La batalla de Legnano (1176) en la que  las tropas del emperador Federico Barbarroja se enfrentaron a las milicias de Milán y otras ciudades. La caballería jugó gran papel en ambos bandos y fue esencial en la derrota de Barbarroja. La batalla de Crécy (1346), punto de inflexión en la Guerra de los Cien Años, en la que las tropas inglesas del rey Eduardo III, mejor dispuestas sobre el terreno, derrotaron a las tropas francesas. La batalla de Nájera (1367) las tropas de Pedro I, con la ayuda inglesa del Príncipe Negro, derrotaron de manera no definitiva a las de Enrique II de Trastámara ayudado por caballeros aragoneses y franceses. La batalla de Aljubarrota (1385) en la que se enfrentaron Juan I de Castilla y Juan I de Portugal por la corona portuguesa. A pesar de su superioridad, Juan I de Castilla conoció una rápida derrota debido a su poca prudencia y a que la caballería castellana no mantuvo su formación. La batalla de Grünwald (1410), una de las  grandes batallas de la Edad Media en la que los caballeros teutónicos fueron derrotados por caballeros del reino de Polonia y del Gran Ducado de Lituania. Y, por último, la batalla de Agincourt (1415) en la que la caballería francesa, que se creían en superioridad, sufrió un desastre ante Enrique V de Inglaterra.

Dedica un capítulo a caballeros Templarios, Hospitalarios y otros monjes guerreros. La parte más gruesa de este apartado está dedicada a la Orden del Temple: nacimiento, Regla y funcionamiento de la Orden, misión,  ceremonia de ingreso,  vestimenta en tiempo de paz y de guerra, armamento, formas de ataque, lugares de actuación, etc. Dedica unas líneas también a la Orden Hospitalaria, la Orden de los Caballeros Teutónicos y las Ordenes de Caballería que surgieron en la Península Ibérica (Calatrava, Santiago, Alcántara, Montesa…).

Si importante era el caballero, también lo era el caballo. “Sin caballo no hay caballero”. Un buen caballo de guerra (debía ser semental) era un animal muy valioso por eso se protegía con bardas, cotas de malla, telas gruesas, incluso placas de metal. Los nombres de muchos de ellos nos son harto familiares.

El libro se ocupa también de la heráldica que comenzó a dotarse de reglas fijas y concretas en el s. XII. Al principio, solo las grandes familias tenían escudo de armas, luego llegaron a ser patrimonio de la nobleza más baja. Los escudos de armas, hoy presentes en las fachadas de muchas casas y mansiones, son todo un arte.

Dedica unas líneas a otras caballerías medievales: la muy temida caballería ligera de los mongoles, la caballería musulmana, la bien equipada caballería bizantina, los caballeros góticos.

Cierra el libro un bonito capítulo dedicado a mitos y caballería. Los cantares de gesta llevaron literatura el ideal caballeresco y sus hazañas mezclando la realidad con la leyenda, en proporciones no siempre iguales. Poemas épicos que narran hechos acontecidos muchos años (siglos) antes. Hace un breve repaso a: el Cantar de Roldán que narra la muerte del héroe en el paso de Roncesvalles en el año 778; al más conocido y amplio de los mitos medievales, la leyenda del rey Arturo, que generó varios relatos de gran éxito en Europa; El Cantar de Mio Cid que, escrito aproximadamente un siglo después de la muerte del héroe, es el relato más histórico de los de esta categoría; la leyenda de S. Jorge y su enfrentamiento con el dragón que ha inspirado a tantos artistas; el poema épico que relata las hazañas del héroe Beowulf y sus enfrentamientos con el monstruo Grendel; y Amadís de Gaula,  novela de pura ficción que recopila los elementos esenciales de los libros de caballería.

En la ficha del libro de la Web de la editorial se pueden encontrar información sobre la obra y el autor y se pueden leer las primeras páginas:

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