ÍÑIGO FERNÁNDEZ, LUIS E. Breve historia de la Revolución Industrial. Madrid: Nowtilus, 2014 (2ª Edición).
Con el término Revolución
Industrial se designa un largo proceso
histórico que comenzó en la segunda mitad del s. XVIII y que, pasando por
diversas etapas o fases, llega a nuestros días.
Tuvo su origen en algunas regiones de Gran Bretaña y desde allí se fue
extendiendo gradualmente en el tiempo a otros países. La Revolución Industrial supuso
una importante transformación de las formas de producción agraria e industrial
gracias a los avaneces técnicos, de los sistemas de trabajo, de los
transportes, de los intercambios, de la demografía y estructura social, de la
relación del hombre con la naturaleza, de las leyes, de las mentalidades y
costumbres… Todo un conjunto de factores, muy relacionados entre sí, van a
explicar estos enormes cambios que se producen más bien como una evolución
acelerada que como una brusca revolución. Las consecuencias de todo ello
(positivas y negativas), que comenzaron a notarse ya desde sus inicios, llegan
hasta nuestros días.
La obra de
Luis E. Íñigo Fernández ofrece un claro análisis
de la Revolución Industrial desde sus orígenes hasta hoy, primando la
explicación de los procesos frente a los hechos más concretos. A la vez, ofrece
distintas visiones e interpretaciones de los muchos aspectos que han sido
objeto de controversias y debates entre historiadores. Esta es una aportación
muy interesante de este ensayo. Un primer gran debate historiográfico versa
sobre la interpretación de la Revolución Industrial, el autor analiza los cuatro
modelos más extendidos: tecnológicos (el factor clave son los cambios en
la tecnología), institucionales (priman los cambios en las instituciones
económicas), macroeconómicos y microeconómicos. Otro debate: ¿Fue un cambio muy
rápido, casi dramático, como afirmó Toynbee y sus seguidores, o más bien una
evolución acelerada, aunque hubiese un cambio rápido en algunos sectores? Puede
haber algo más de consenso en señalar tres fases de la Revolución Industrial
separadas por la evolución tecnológica, la energía predominante, los sectores
industriales punteros y las formas de organizar el trabajo. De todas estas
cuestiones se ocupa el autor en los dos primeros capítulos de su obra.
La Revolución Industrial, como
cualquier otro proceso histórico, tiene muchas causas y unas raíces que se
hunden en el pasado, a veces muy lejano. De esto trata el capítulo tres. Sobre
la Revolución Industrial, se puede llegar hasta la Baja Edad Media, más en
concreto a los necesarios cambios productivos adoptados tras la Peste Negra
derivados de la escasez de mano de obra. Continuando por el gran desarrollo
comercial desde el siglo XVI, el triunfo del protestantismo en Gran Bretaña con
su idea de que el éxito en los negocios es un signo de predestinación, la
revolución científica del s. XVII, el gran desarrollo del comercio marítimo
inglés en el XVII (Actas de Navegación) y los cambios políticos en Gran Bretaña
tras la revoluciones del s. XVII.
Hay tres factores endógenos que
son esenciales para el triunfo de la Revolución Industrial, es decir, que si falla alguno de ellos no
hay despegue industrial, son los “tres pilares
básicos de la industrialización”: la
innovación técnica, la acumulación de capital y su inversión y el desarrollo
del espíritu de empresa. En el capítulo cuatro se analizan estos tres factores.
La innovación técnica es la aplicación de los nuevos inventos al proceso
productivo. El autor explica cómo la
aplicación de algunos inventos a la producción industrial va creando cuellos de
botella que exigen nuevas innovaciones. Un ejemplo concreto: la lanzadera
volante de J. Kay (1733) aumentó la producción de tela lo que reclamaba
inventos en el hilado (la Spinning Jenny de Hargreaves, la Water Frame de
Artwright, la Mule Jenny de Crompton), ahora era el aumento del hilo el que exigía
nuevos avances en el tejido (telar mecánico Cartwrigh). La enorme
producción textil puso de manifiesto otro cuello de botella, el transporte para
su comercialización (ferrocarril). Sobre el segundo pilar de la
industrialización hay también una cierta polémica, ¿de dónde procedió el grueso
del capital necesario, del comercio ultramarino o de la agricultura? Se analiza
también el papel de los empresarios ingleses, ¿por qué hubo más empresarios
emprendedores en Gran Bretaña?
Hay otros factores que, sin ser
esenciales, son muy importantes para la industrialización de un país. Luis E.
Íñigo analiza cuatro de ellos. Nuevamente hayl debate entre historiadores sobre
su mayor o menor incidencia. Por ejemplo, la Revolución Agrícola. ¿Fue un
prerrequisito necesario para la Revolución Industrial como sostuvo P. Bairoch? El autor explica la compleja relación entre
Revolución Agrícola y Revolución Industrial. El segundo factor es la Revolución
Demográfica. ¿Fue causa o consecuencia de la Revolución Industrial?. También es
difícil determinar la relación entre los sistemas educativos y la Revolución
Industrial. Es verdad que los primeros grandes inventores fueron artesanos, muy
observadores, con una gran intuición pero sin formación académica. Lo cierto es
que con el paso del tiempo fue más importante la educación para el desarrollo
industrial. Por último, el papel del Estado, más determinante en aquellos
países que se incorporaron tarde a la industrialización y necesitaban proteger
sus incipientes industrias.
La Revolución Industrial comenzó
en unas regiones de Gran Bretaña, luego llegó a otros países europeos, Estados
Unidos, Japón y, más adelante en el tiempo, a otros muchos países. Es como si
fuera un camino que hay que recorrer, pero no todos países lo comienzan a la
vez, ni lo recorren a la misma velocidad. En los cinco primeros capítulos del
libro se ha atendido mucho Gran Bretaña, el país pionero; en este sexto, el
autor se ocupa de la industrialización de otros países. En primer lugar, de los
pioneros: Estados Unidos, Bélgica, Francia y Alemania. También hay un lugar
para los rezagados: el resto de países Europeos (con especial mención para
Rusia) y Japón industrializado rápidamente tras la Revolución Meijí.
No podía faltar un capítulo
dedicado a la nueva sociedad y, especialmente, a las dos clases con mayor
protagonismo: el proletariado y la burguesía. Los asalariados soportaron unas
de las peores consecuencias de la primera industrialización, jornadas largas,
salarios bajos, lugares de trabajo insalubres, nula protección social, trabajo
infantil, etc. Para muchos fue un deterioro de sus condiciones de vida frente a
la etapa preindustrial. El proletariado tardó en articular una respuesta
colectiva: ludismo, cartismo, sindicalismo. En el otro extremo, la burguesía
una clase que revoluciona constantemente los medios de producción y que aspira
también a controlar el poder político. A pesar de las afirmaciones de Marx en
el sentido de que la sociedad se estaba dividiendo en solo dos clases,
poseedores y no poseedores de medios de producción, lo cierto es que se fueron
fortaleciendo las clases medias y no desaparecieron los campesinos.
En el capítulo ocho se analizan
las características de la segunda fase de la Revolución industrial: la
importancia y aplicaciones de las nuevas fuentes de energía electricidad y
petróleo, las industrias derivadas de la introducción de estas energías
(automóvil, material eléctrico...), las industrias que pasan a ser punteras
(como la química), la producción a gran escala de bienes de consumo, la nueva
empresa y su gestión, la nueva organización del trabajo buscando aumentar la
productividad (taylorismo y trabajo en cadena), los nuevos medios de transporte
y comunicación, los avances en la globalización del mercado y el nuevo papel
del Estado más intervencionista.
Finaliza la obra con una
reflexión sobre las bases del crecimiento y la necesidad de la humanidad de
encontrar nuevos modelos de crecimiento y de solucionar algunos de los graves
problemas que tiene planteados. Hay claros ejemplos que ponen de manifiesto la
fragilidad de los cimientos del crecimiento, por ejemplos las cris de los años
setenta, la de 2008 o la más reciente recesión provocada por el covid-19. Si a
esto unimos los graves problemas que tiene planteados el mundo como los graves
desequilibrios territoriales, el calentamiento global debido a la
contaminación, la acuciante escasez de alimentos en algunas partes del planeta
que obligan a fuertes movimientos migratorios, el agotamiento de materias
primas y otros recursos, etc. podemos pensar que la humanidad está en una
encrucijada para seguramente buscará una salida.
Una exposición clara y didáctica
en la que se nota la huella del profesor de Historia en secundaria que ha sido
el autor varios años. La lectura de esta obra nos permite conocer las grandes
transformaciones que aportó la Revolución Industrial y las consecuencias (positivas
y negativas) que comportó y sigue comportando hasta hoy. Paralelamente se
ofrecen diferentes puntos de vista de la historiografía sobre diversos aspectos
del proceso industrializador.
La obra en la Web de la Editorial
(índice, comenzar a leer…):
https://www.nowtilus.com/pags.php?d=O59O1454&bsi=0&bso=1