BARRERAS MARTÍNEZ, D. y DURÁN GÓMEZ, C.: “Breve Historia de la caída del Imperio Romano”. Ed. Nowtilus.
Madrid, 1917.
La cuestión de cómo y por qué cayó el
Imperio Romano se ha convertido en uno de los grandes debates de la historiografía. Los historiadores
difieren a la hora de determinar las causas: para unos cayó tras un largo
período de decadencia, sin embargo, otros ponen el acento en su continuidad en
el Imperio Bizantino y en los pueblos germánicos asentados en su territorio. El
cambio y continuidad está presente en todo proceso histórico. Esta caída o
profundo cambio no puede obedecer a una única causa, la multicausalidad es algo
inherente a todo proceso histórico, aunque algunas causas sean más
determinantes que otras. Pues bien, la obra que voy a comentar explica los antecedentes
y causas de la caída del Imperio Romano remontándose a sus épocas de esplendor,
hasta tiempos de Trajano en que aparecen los primeros signos preocupantes.
Los autores cierran el libro con un
capítulo dedicado a hacer una síntesis de por qué cayó el Imperio Romano.
Exponen diecisiete causas manejadas por la abundante historiografía que ha
estudiado el tema, evidentemente no todas tuvieron el mismo peso y unas están
estrechamente relacionadas con otras. Analizan, por este orden, la incidencia
de: las invasiones bárbaras, las guerras civiles que debilitaron el Imperio y
propiciaron las invasiones, las epidemias y hambrunas que favorecieron las dos
causas anteriores, el fin de las grandes conquistas que privaron a Roma de
botín, el estancamiento económico y el agotamiento del sistema esclavista (hay
verdadera dificultad para conseguir esclavos con el fin de las grandes
campañas), el excesivo tamaño del Imperio para ser gobernado desde un único
lugar, el desempleo de la plebe que prefiere vivir hacinadamente en las
ciudades dependiendo de los programas públicos de alimentos a trasladarse al
campo donde hay necesidad de mano de obra, el excesivo poder del ejército que
nombra y destituye a emperadores, la creciente
barbarización del ejército, la descentralización del poder cuando el Imperio
tiene necesidad de hacer frente a los ataques en las fronteras, la abundante
corrupción política y administrativa, la separación de Oriente y Occidente, la
supervivencia y prosperidad del Imperio de Oriente en parte a costa del
sacrificio del Imperio de Occidente, el enfrentamientos entre el orden
senatorial y el ecuestre, las malas relaciones de varios emperadores con el
Senado, el avance e imposición del cristianismo que acabó con ritos y muchos
valores tradicionales.
Para poder entender lo expuesto en
este capítulo de síntesis final, los autores toman perspectiva histórica y
comienzan su análisis desde finales del s. I, la época de Trajano, tiempos de
gloria. Trajano fue un emperador bien aceptado por el ejército, con buenas
relaciones con el Senado y la plebe, triunfador
en su exitosa campaña de Dacia que aportó un gran botín, etc.; sin embargo, en esta
etapa esplendorosa, aparecieron los primeros síntomas de crisis: el excesivo
gasto (para mantener un numeroso ejército, construir calzadas…) y el bajo
rendimiento de una agricultura de mano preferentemente esclavista. Su sucesor,
Adriano (un hombre de larga carrera política y con fuerte apoyo del ejército) trató
de atajar estos síntomas equilibrando los gastos y los ingresos, abandonando
una política exterior agresiva y fomentando los minifundios para aumentar la
productividad del campo. Su sucesor Antonio Pío (138-161) siguió una política
similar, pero, a pesar de su eficiente administración, no logró acabar con los
atisbos de recesión económica manifestados en los bajos rendimientos agrícolas.
Fue precisamente en la agricultura donde se iniciaría un cambio en el sistema
productivo: la mano de obra esclava (cada vez más escasa y cara a la vez que
poco productiva), desde el s. II, comienza a ser sustituida por colonos,
hombres libres, pero dependientes de grandes terratenientes.
En las últimas décadas del s. II
aparece otro de los problemas que iba a ser una de las principales causas de la
desaparición del Imperio: el ataque a sus amplias fronteras. A estos ataques,
posteriormente convertidos en grandes invasiones, van a dedicar los autores
muchas páginas del libro. Para hacer frente a este peligro exterior, Marco
Aurelio necesitó fondos, rompió el precario equilibrio ingresos-gastos y acudió
a medidas impopulares como la subida de impuestos y la devaluación del denario
reduciendo su contenido de plata.
Los autores analizan con detenimiento
la aparición de otro de los factores causantes de la desintegración del Imperio
tras la muerte de Marco Aurelio (año 180), el peligro interior: codicia de
generales y altos cargos, intrigas palaciegas, complots, política de terror
como respuesta (purgas y confiscación de bienes), deposición y asesinato de
emperadores muchas veces nombrados por las tropas, etc. Para poder perdurar,
los emperadores tuvieron que buscar el apoyo del ejército mediante donativos y
aumento de la paga, a pesar de todo varios de ellos fueron asesinados (Publio
Helvio Pertinax, Caracalla, Macrino, Heliogabalo, Severo Alejandro, Galieno…).
Hasta la llegada de Diocleciano fue una etapa de gran inestabilidad política,
anarquía e inseguridad (muchos grandes propietarios abandonan las ciudades y se
refugian en sus latifundios) que favorecieron
la fuerte presión en las fronteras: en el Danubio que atravesaron godos,
vándalos y carpos; en la frontera persa donde el emperador Valeriano cayó
prisionero y murió en el cautiverio; las incursiones bárbaras llegaron al norte
y centro de Italia… El ejército comenzó a completar sus unidades con soldados
bárbaros (esta barbarización del ejército fue otro de los factores que
contribuyeron a la caída del Imperio).
Por un momento pareció que este
declive iba a detenerse y el Imperio iba a recuperar su pujanza. La obra
analiza con detalle la época de relativa calma de Diocleciano (284-305) y
Constantino el Grande. Diocleciano acabó con la anarquía interior y alejó el
peligro exterior mejorando las defensas de frontera. Realizó profundas reformas
en el campo militar (transformó la legión tradicional), administrativo (aumentó
el número de provincias de 50 a 96) y económico (saneamiento del sistema
monetario, control de la inflación, reforma fiscal…). Al asociar al trono a
Maximiano inauguró la tetrarquía como forma de gobierno. Esta época de resurgir
se prolongó en la época de Constantino el Grande quien, tras deshacerse de sus
rivales (definitiva victoria sobre Majencio en Puente Milvio, 312), trasladó la
capital a Constantinopla, continuó las reformas económicas y militares de
Diocleciano. Constantino, dejando aparte las leyendas sobre su visión antes de
Puente Milvio, legalizó el cristianismo (Edicto de Milán, 313) y lo utilizó para
aportar cohesión a su Imperio. Ya he señalado más arriba cómo una de las
razones que se esgrimen para la caída de Roma fue la pérdida de valores
tradicionales ante el avance del cristianismo.
Tras la muerte de Constantino (337), volvió
la inestabilidad que se tradujo en un avance de la ruralización de la sociedad,
aumento del colonato, retroceso del comercio, mengua de la producción artesanal
de las ciudades, etc. Señalan los autores que aparecen elementos
prefeudales.
Las últimas dinastías imperiales
tuvieron que hacer frente a incursiones bárbaras en todos los limes. En el 375,
los hunos cruzaron el Volga y el Dniester y empujaron a los godos (que se
habían establecido allí desde el s. III) hasta el limes danubiano. Valente
reunió un gran ejército para hacer frente a la invasión, el encuentro decisivo
se produjo en Adiranápolis (378), fue gran desastre romano. Para algunos, es el
principio del fin del Imperio. En esta batalla murió Valente, su cuerpo no fue
encontrado.
En este ambiente de acoso de las
fronteras y de cierta inestabilidad política, acabó imponiéndose Teodosio el
Grande, gran defensor del cristianismo (el Edicto de Tesalónico estableció que
el cristianismo sería el único credo del Imperio). A su muerte en 395, dividió
el Imperio entre sus dos hijos: Honorio en Occidente y Arcadio en Oriente, dos
imperios que iban a evolucionar de forma muy diferente.
El peligro bárbaro, cada vez más
fuerte, se cernió sobre el Imperio de Occidente, más vulnerable. En el 396, un nuevo
movimiento migratorio de hunos empujó a las tribus germánicas de las
proximidades del limes. Alarico, tras fracasar ante las defensas de
Constantinopla, depredó en los Balcanes y llegó a Italia. Aunque en el año 406
Estilicón detuvo a los ostrogodos que avanzaban empujados por los hunos, el 31
de diciembre de 406, suevos, vándalos y alanos cruzaron el Rhin, depredaron
Galia y pasaron a Hispania repartiéndose el territorio. El Imperio de Occidente
estaba a merced de los bárbaros: Alarico puso sitio a Roma en el 408 que levantó
a cambio de un tributo y acabó saqueando la ciudad en el 410; su sucesor,
Ataulfo, se estableció en territorio de la Galia (con capital en Toulouse), cruzó los Pirineos llegando a Hispania donde los
visigodos acabaron venciendo a suevos, vándalos y alanos y ocupando sus
territorios. Los visigodos dominaron la península Ibérica con independencia de
las autoridades imperiales.
Los últimos emperadores (a pesar de
algunos éxitos como la derrota de Atila en los Campos Cataláunicos de la que se
recuperó rápidamente) fueron incapaces de detener el peligro bárbaro. En 476,
Odoacro acabó deponiendo a Romulo Augusto, el último emperador de Occidente. Cuando
cayó el Imperio Romano de Occidente, cayó el poder, pero no sus principales
elementos distintivos: estructuras sociales, idioma, cuerpo legislativo, sistema
monetario… que perduraron en los nuevos
pueblos que ocuparon su territorio.
Los autores dedican unas líneas a
explicar cómo el Imperio de Oriente se recuperó de la derrota de Adrianápolis
(378) y las razones por las que logró no solo sobrevivir sino alcanzar épocas
de esplendor basadas en una economía potente.
Una interesante obra de síntesis que
explica de manera clara por qué cayó el Imperio de Occidente y cómo se
establecieron en sus territorios diferentes pueblos germánicos que acabaron
conformando diferentes reinos. El profundo conocimiento y manejo de la
abundante historiografía sobre el tema hacen que esta obra sea de lectura muy recomendable
para profesores, estudiantes y amantes de la historia del Imperio Romano.
La obra en la Web de la editorial:
Muy buen aporte
ResponderEliminarMuchas gracias
ResponderEliminarRecomiendo Historia del turismo en el imperio Romano
ResponderEliminarhttps://quierodecorarte.com/turismo-en-las-antiguas-grecia-y-roma/
Durante el Imperio, los antiguos romanos frecuentaban las aguas termales y los grandes espectáculos, como los teatros y los coliseos. Hicieron viajes a la costa mediterránea a las ciudades de Pompeya y Herculano (área de Campania, cerca de Nápoles). También se trasladaban a la isla de Capri, donde había residencias de verano. El emperador Tiberio llego a tener una villa de descanso en la isla de Capri (hoy se pueden visitar sus ruinas).