jueves, 23 de marzo de 2017

BREVE HISTORIA DE LA ARMADA INVENCIBLE

SAN JUAN, V.: “Breve historia de la Armada Invencible”. Editorial Nowtilus. Madrid, 2017


La toma  y realización de una decisión histórica importante siempre se enmarca en un contexto y tiene múltiples causas y consecuencias (tener presente la multicausalidad es imprescindible para comprender la Historia). Esta obra tiene muy presente la necesidad de enmarcar  en su contexto la determinación de Felipe II de enviar la Gran Armada y un ejército terrestre a invadir Inglaterra y de analizar las diversas razones que empujaron al Rey a tomar esta decisión.

Así pues, en una primera parte, el lector va a encontrar un detallado análisis de la política exterior española y europea en la primera mitad del siglo XVI relacionando entre sí lo sucedido en los diversos escenarios en los que la monarquía hispánica tuvo un destacado protagonismo: el descubrimiento del Nuevo Mundo que va a cambiar el centro de gravedad de la geopolítica europea, las relaciones con Portugal para demarcar sus respectivas áreas de influencia en las nuevas tierras, la gran rivalidad de Carlos V con Francia que derivó en sucesivas guerras, la amenaza turca en el Mediterráneo, las evolución de las relaciones con Inglaterra de la cordialidad con el matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón a la ruptura por la cuestión religiosa, el enfrentamiento con los protestantes del Imperio a cuyo problema no pudo Carlos dar solución a pesar de algunos éxitos sonados éxitos como el triunfo en Mühlberg, etc. España debía atender a demasiados frentes como no podía ser menos en un  país que comenzaba el s. XVI con vocación de gran potencia hegemónica.

El grueso de la obra se centra en exponer la política exterior del Felipe II, especialmente el problema de los Países Bajos y las cambiantes relaciones con Inglaterra desde los momentos de acercamiento (matrimonio del Rey con María Tudor) al enfrentamiento con la reina Isabel que derivó en la decisión de enviar la Armada “Invencible”.

Sin olvidar analizar otros hechos muy determinantes en la segunda mitad del XVI. Por ejemplo, la lucha contra los turcos en el Mediterráneo que, tras unos primeros desastres (Argel y Los Gelves), culminó con la victoria de Lepanto, “la más grande ocasión que vieron los siglos” en palabras de Cervantes. Otro asunto que iba a tener gran trascendencia política  fue el acceso del Rey al trono de Portugal tras la desaparición del rey Sebastián en Alcazarquivir. Felipe tuvo que imponerse al aspirante prior de Crato que contó con ayuda francesa e inglesa a las que no gustaba el engrandecimiento del imperio de Felipe II. Tras su expulsión de Portugal, el prior de Crato se hizo fuerte en las Azores hasta la derrota de las escuadras inglesa y francesa por la armada española. Y, como no, las relaciones con la vecina Francia desde la paz de Cateau-Cambresis, tras las victorias de San Quintín y Gravelinas, hasta la intervención de España en las guerras de religión francesas.

Pero, como he apuntado, la mayor atención del autor se centra en el problema de los Países Bajos y el enfrentamiento con Inglaterra, ambos muy interrelacionados. Desde que los protestantes de los Países Bajos decidieron rebelarse contra España (Compromiso de Breda, 1566), el Rey siguió una política un tanto errática: desde el empleo de la fuerza que representó el gobierno del Duque de Alba (algunas de cuyas actuaciones, como la ejecución de Egmon y Horn o la puesta en funcionamiento del Tribunal de Tumultos, fueron contraproducentes y contribuyeron a la forja de la Leyenda Negra) a la política más conciliadora de Luis de Requesens o a las negociaciones de Alejandro Farnesio que, en 1579, acabó formando la Unión de Arras a lo que respondió Guillermo de Orange con la Unión de Utrech poniendo las bases para que se formaran los Estados de Bélgica y Holanda.

Seguidamente, la obra detalla una serie de actuaciones de la reina inglesa Isabel que hicieron tomar a Felipe II la decisión de invadir Inglaterra: los actos de piratería de John Hawkins (gran expedición de 1567) y F. Drake (tanto en América como en las costas gallegas o en Canarias) alentadas y apoyadas por la Reina, la financiación de las protestas escocesas que acabaron con el reinado de María Tudor y la orden de encarcelamiento y posterior ejecución de María Tudor en 1587 tras el montaje de la conjura de Babington, el apoyo inglés a los protestantes de los Países Bajos a la candidatura del prior de Crato al trono portugués, las negociaciones inglesas con Estambul para que los turcos hostigaran los intereses españoles, el apoyo inglés a los protestantes franceses…

Tras muchas dudas, Felipe II tomó la determinación de invadir Inglaterra. Encomendó la formación de una  potente armada a un hombre experimentado y de gran prestigio (El Marqués de Santa Cruz) que debía coordinar su actuación con el ejército de los Países Bajos de Alejandro Farnesio. La preparación de la Armada en el puerto de Lisboa sufrió algunos contratiempos como la falta de suministros necesarios (alimentos, armamento…) que tenían dificultades para llegar debido a las acciones de Drake establecido en Sagres o las bajas causadas por una epidemia de tifus, entre ellas la del propio Marqués de Santa Cruz. Para sustituirlo, Felipe II nombró al Duque de Medina Sidonia que no era un gran marino, pero si un efectivo administrador. El propio Duque alegó que tenía poca experiencia marinera y una salud no muy buena, pero Felipe II no hizo caso y persistió en su error, uno de los varios que cometió Felipe II respecto a este asunto.   

Cuando Medina Sidonia llegó a Lisboa reunió una especie de  Estado Mayor con los marineros más importantes de que disponía (no era experto marinero, pero sabía escuchar).  Dividió la Armada en 10 escuadrones teniendo en cuenta la procedencia y características de los buques. El autor explica con mucho detalle cómo eran los buques y su armamento, ambos muy heterogéneos. A principios de abril, el Duque recibió las últimas instrucciones de Felipe II; eran demasiado precisas, parecían desconfiar de su pericia, además impedían tomar decisiones sobre el terreno.

Finalmente, serían 131 barcos los participantes en la Armada. Militarmente los auténticamente importantes eran los robustos y panzudos galeones. Les esperaban los ingleses (en número tal vez algo superior) fondeados en Plymouth y en los meandros de Medway, bajo el mando supremo de un primo de la Reina, Charles Howard. Medina Sidonia ordenó zarpar, tras algún aplazamiento, el 28 de mayo. El viento no era muy favorable, muchos barcos no podían ni mantener el rumbo (navegar a vela entraña una gran dificultad para hacerlo uniformemente con barcos tan dispares).  La falta de víveres y de agua en buen estado hizo que se tuviese que recalar en La Coruña. De la Coruña, la Armada zarpó el 22 de julio con 127 unidades. Medina Sidonia, obediente a las instrucciones del Rey, tomó una ruta que eliminaba el efecto sorpresa y no era la más adecuada para el apoyo al embarque de las tropas de Farnesio. La no comunicación de  Farnesio con la Armada ha puesto a éste en el punto de mira de las críticas.

El autor, especialista en temas náuticos, describe la ruta y formación típica de media luna de la Armada y los enfrentamientos con los barcos ingleses. Combates, más bien escaramuzas, frente a las costas de Devon, en el promotorio de Portland Bill o en la isla de Wight. El Duque de Medina Sidonia tuvo problemas para buscar un lugar adecuado donde esperar a Alejandro Farnesio, solo le quedó un mísero fondeadero entre S. Juan de Calais y Gravelinas, casi a mar abierto. Esta pésima solución fue el comienzo de serias desventuras y, a la postre, de la catástrofe final. La salida de las tropas de Alejandro Farnesio estaba obstaculizada por Justino de Nassau con sus “mendigos del mar” (quería vengar su humillación en la toma de Amberes tres años antes).

Un episodio tal vez magnificado por la historiografía inglesa fue el de las consecuencias del empleo de ocho brulotes incendiarios por los ingleses que debía preceder a un ataque general de la flota. No causaron grandes daños, aunque si contribuyeron a romper la formación de algunos barcos. La historiografía inglesa resalta el ataque de su flota que terminó con la gran victoria de Gravelinas. Dice el autor que esto no se sostiene, la gran batalla fue más bien una escaramuza ya que los ingleses no aceptaron el combate barco a barco. La Armada sobrevivió, incluso recompuso la formación con unos 40 buques. El fuerte temporal arrojó a varios barcos contra las arenas de Flandes donde serían pasto de los “mendigos del mar” aunque el cambio del viento hizo que los grandes galeones pudieran librar los bancos de arena. Medina Sidonia puso rumbo al norte. Los ingleses dejaron de seguir a la Armada frente a las costas de Escocia. La Armada abordar el difícil paso entre las islas Orcadas y las Shetlands.

Se suele culpar a la actitud de Alejandro Farnesio y a la escasa pericia del Duque de Medina Sidonia del fracaso de la Armada. El autor señala que el verdadero culpable fue Felipe II que cometió una serie de errores, algunos propios de la desconfianza y de practicar política de oídos sordos a las advertencias de algunos colaboradores.

El regreso fue una gran hazaña naval. Los temporales hicieron naufragar a varios barcos en las costas irlandesas. Los marinos supervivientes fueron cazados como alimañas y vilmente asesinados. El autor describe con mucho detalle el destino de varios barcos, en las costas irlandesas donde se perdieron unos 27 buques y murieron entre tres y cuatro mil hombres.

Fueron 67 los  barcos que llegaron con Medina Sidonia a España a diversos puertos del norte a partir del 23 de septiembre. Como balance, perecieron entre nueve y once mil hombres de la Armada (muertos en combate y por enfermedad). Los ingleses entre el combate y el tifus pudieron tener entre seis y nueve mil muertos.

Aquí no acabó el enfrentamiento entre España e Inglaterra. Explica el autor un hecho menos conocido, la formación en Inglaterra de una Contraarmada (así llamada por los españoles) de 150 barcos al mando de F. Drake, con diversos objetivos: acabar con el poderío naval español  destruyendo los buques que quedaban de la Armada, reponer al Prior de Crato en el trono portugués y hacerse con una base en las Azores para hostigar a la flota de Indias… Llegaron a la Coruña (4 de mayo de 1589) donde, tras tomar los barrios bajos de la ciudad, fueron obligados a reembarcar y fracasaron igualmente en su intento de tomar Lisboa. La ofensiva inglesa contra los intereses españoles continuó en las Azores, en los puertos latinoamericanos del Pacífico, en Panamá, en Puerto Rico en Cádiz (fue atacado en 1596 y sufrió el incendio de casi trescientas casas y 32 naves en el puerto).  Incluso se enfrentaron en la Bretaña francesa en el contexto de las guerras de religión

De todo esto, que no es poco, trata esta obra con un estilo riguroso, crítico y desmitificador. Trata de contraponer hechos y datos objetivos frente a falsedades difundidas por la historiografía inglesa y consolidadas hasta época reciente; bien es verdad que desde hace unos pocos años, varios historiadores ingleses, más objetivos, se han aproximado a la versión española. La formación marinera del autor se deja ver claramente en muchos episodios de la obra, especialmente en la explicación de las rutas y tácticas y en la detallada descripción de muchos de los barcos participantes y de su armamento. Un aspecto muy interesante es la exposición del proceder y responsabilidades de los principales agentes de esta historia: Felipe II, El Duque de Medina Sidonia, Alejandro Farnesio, el Duque de Alba, la reina Isabel, F. Drake…

Ficha de la obra en la Web de la editorial:

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