miércoles, 1 de junio de 2016

ALGUNOS PROBLEMAS DE ITALIA TRAS LA UNIFICACIÓN




La unificación de Italia fue la consumación de un proyecto largamente perseguido. Sin embargo, el nuevo Estado debía hacer frente a algunos problemas.

  • La Italia Irredenta
Quedaban algunos territorios que se consideraban italianos y no se habían integrado en el nuevo Estado: Trentino, Istria y Trieste, Saboya, Niza y algunas islas Dálmatas.

Trentino y la peninsula de Istria con Trieste van a pasar a ser italianos tras la I Guerra Mundial. 

En la siguiente fotografía, tomada después de la caída de Francia en la II Guerra Mundial, se puede ver (en las pancartas) cómo los italianos reclaman Saboya y Niza, además de otros territorios como Túnez que se había disputado con Francia.





  • La dificultad para unir realmente el norte y el sur
Soldar la unión de un norte industrial y desarrollado con un sur rural y atrasado no iba a ser tarea fácil. No hubo medidas adecuadas para corregir la enorme desigualdad; es más, el sur parecía destinado a ser solamente una fuente de mano de obra barata para el norte (máxime teniendo en cuenta su gran explosión demográfica, mayor que la de Italia norte). La dirección política del nuevo Estado estaba en el norte.

  • La cuestión del Papa y los Católicos
Cuando se produjo la anexión de Roma, al Papa le quedó únicamente el dominio sobre el barrio romano del Vaticano. El Papa se consideró prisionero del Estado Italiano y los católicos y excomulgó al gobierno italiano. En protesta y solidaridad con esta situación del Papa, los católicos se abstuvieron de participar en la vida política hasta 1904. La situación no se regularizó hasta 1929, año en que Mussolini y el Papa Pio XI firmaron un Concordato (Tratado de Letrán).


  • Faltaba una conciencia italiana entre parte de la población.
En 1860, tras la primera fase de la unificación, afirmó M. D´Azeglio "Hemos hecho Italia, ahora tenemos que hacer los italianos”.  Había que potenciar una "conciencia italiana" entre toda la población del nuevo Estado, especialmente en las zonas que se habían anexionado más a desgana.

  • La monarquía no era realmente democrática
Desde la muerte de Cavour, Víctor Manuel comenzó a gobernar de una forma un tanto autoritaria lo que fue un desencanto para los liberales. Podían votar solamente unas 600.000 personas de una población de 22 millones (el sufragio no se amplió sustancialmente hasta 1.913). Tampoco se favoreció el desarrollo de los partidos políticos.


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